sábado, 27 de marzo de 2010

Desvelo

Párpados cansados, campanadas que acompañan el silencio, una vela al fondo de la penumbra, estando sólo con el sórdido sonido de la soledad, imágenes viajeras en los océanos mentales, autismo inminente y atención dispersa, respirando vagos aromas de tranquilidad apacible, conciencia con amnesia, estando sin estar esperando por estar contigo.
Bienvenida seas hoy a esta mi innumerable noche de desvelo.

Confusión



Compré un Carlos V en la tiendita; entré sin hacer ruido y mirando al vacío, señalé el chocolate, pagué con el dinero exacto, me di la vuelta y seguí. Me encontré en el camino a un mendigo que no dejaba de pedir dinero, con sus ropas sucias, rotas y remendadas, primero moví la cabeza en negativa y continué hacia adelante, pero él se apresuró cerró mi paso con su pestilencia  y volvió a pedirlo, lo ignoré y seguí, repitió su estrategia de ruego y lo aventé al suelo, sólo así entendió la negativa. Me detuve en la esquina y esperé por menos de medio minuto el camión, pagué el máximo y me quedé de pie aunque había lugares todavía, tres paradas delante tocaron el timbre y bajé del camión, miré hacia ambos lados y continué mi camino, unas cuadras adelante giré a la izquierda. Aún sin rumbo incierto, en un lugar desconocido y sólo con mi quincena en la bolsa me fui a recostar bajo un árbol robusto, me quedé mirando al cielo, vacío y sucio, saqué la cartera del pantalón y la dejé a mi lado. Poco a poco me quedé dormido en medio del parque llano y triste, repleto de tierra y algunos manchones de paso al azar. Cuando desperté sorprendentemente seguía la cartera a mi lado, lo único nuevo  era la mancha de excremento fresco en mi camisa, me levanté, me la quité y fui a buscar una nueva. Llegué a la primera tienda de ropa, tomé la primera que vi, la pagué, abrí la bolsa, me la puse, arranqué la etiqueta y salí del local. Pasados 2 minutos más o menos sentí el frío pesado de la pistola detrás de mi cabeza, como poco a poco entraba la mano en la bolsa trasera de mi pantalón  y segundos después se fue la luz con el golpe en la nuca.
Y las cámaras se encendieron de nuevo cuando los reflectores del techo las deslumbraban. Me sentí mejor, de un tirón rudo y doloroso arranqué el catéter de mi brazo, me puse mi ropa ensangrentada y una chamarra que había en la habitación, con las vendas que estaban en el baño detuve una pequeña hemorragia que nacía en mi muñeca por quitarme el catéter. Abrí la puerta y me salí, caminé tranquilo y desubicado por el pasillo, mareado y tembloroso entré al elevador, llegué al primer nivel, salí del elevador y después del hospital. Seguí con mi camino, una cuadra y media adelante entré al supermercado, tenía hambre y busqué algo de comer, eché una lechuga, una cebolla, tres limones, un desinfectante, un paquete de carne y un cuchillo al carrito mientras me comía cómodamente y sin preocupaciones algo de pan, pronto me fastidió y opté por las muestras de carne al final del pasillo.
                Pasaron todo por la caja registradora, lo pagué con algo de dinero que encontré en la chamarra, le di algo de cambio al muchacho que guardó las cosas, saqué el paquete de carne, la lechuga, la cebolla y el desinfectante del la bolsa y le dije: “Dile a tú mamá que un buen hombre le manda esto para comer”, tomé el cuchillo… lo dejé justo en mi laringe… respiré profundo y cerré los ojos, sentí el frio filo nuevo y reluciente del acero alemán con diseño japonés, sentí los treinta y nueve pesos con noventa y nueve centavos a punto de traspasar mi garganta, acariciando la aorta, seduciéndola para que dejara pasar el cuchillo con sutileza y amabilidad sumisa.  Al final me acobardé, los treinta y nueve con noventa y nueve se me hicieron un precio más alto por mi muerte habiendo suicidios mucho más baratos, tiré el cuchillo y caminé hacia la salida. En la puerta dos guardias me detuvieron y me hicieron pagar el triple de lo que consumí adentro del supermercado, después notaron la sangre en la ropa y la venda en la muñeca , llamaron al hospital y a la policía, Ahora estoy de nuevo en esta cama sucia entre un montón de apestosos presos. Qué bueno hubiera sido gastar esos casi cuarenta pesos y ahorrarme todas estas inclemencias, qué tonto fui por no morir cuando estuvo esa oferta de tiempo limitado.

lunes, 15 de marzo de 2010

Un rato esperando.

Una onda circular en la copa de vino tinto sobre la mesa. Así comienzo a esperar. Porque según el mesero, una copa de vino es la media perfecta para esperar una mujer, dice de manera muy matemática y precisa que el tiempo en beberla es inversamente proporcional al interés que se merece, que la duración del sabor dura en la boca es relativamente proporcional a lo que tú durarás en mi vida. Que una copa de vino conoce exactamente el tiempo que una mujer tarda en llegar a una cita  y que cuando la copa de vino se termine, si aún no llegas, entonces será el momento justo para pagar la cuenta y salir del bar. Aquí vamos, doy el primer trago y doy la vuelta al reloj de arena; veamos cuánto dura y si llegarás antes de que esta copa se termine.
Ante el ocio caigo en el tonto entretenimiento que me ofrecen las pláticas ajenas, pero poco a poco la gente va notando que la escucho y va bajando el volumen de su voz, y quedo mirando el techo, intentando escuchar alguna conversación en la planta de arriba, pero es algo realmente estúpido, hay más o menos tres metros entre las voces de arriba y mis oídos, eso sin tomar en cuenta la losa que nos separa y que hoy, como de costumbre se me hizo tarde y no me bañé a conciencia. Ya después el techo no contó nada que me interesara y bajé la mirada. Los palillos son más divertidos, siempre hay algo que hacer con ellos, puedes hacer figuritas, y romperlos, al fin no los cobran, si tiras algo de sal y la extiendes un poco se pueden hacer pequeños dibujos sobre el mantel rojo quemado.
Las figuritas de sal y los palillos por más que intentaron distraerme sólo lo consiguieron por unos cuantos minutos, entonces tomé otro trago de vino y empiezo a imaginarte, ya sentada en la silla con su sonrisa mustia que usas en Facebook, en blanco y negro, con cierto tono artístico y perversamente inocente, acariciando tus cabellos y enredándolos con tu coqueteo perfecto, ese que nunca he visto pero siempre me imagino cuando me mandas los mensajes de texto a mi celular, con esas mismas palabras y con esa voz que imagino cada vez que los leo. Y así me sigo en la imaginación y prospectando siempre lo mejor de ti, de la mujer que conozco en realidad pero que estoy seguro de entender y querer. Te imagino aquí, justo a mi derecha en esta mesa para dos que aparté desde hace una semana, mirándome con tus ojos franceses de millón de euros. Incluso, si profundizo un poco más podría hasta mirar a nuestros chamacos, unos pequeños traviesos corriendo por el jardín en nuestra casa hidalguense o mexiquense, eso es lo de menos, por vía de mientras lo importante es verte en la silla que apenas y se ilumina en la esquina del bar, y a la que llega el sonido de la música en volumen perfecto para entablar la conversación y saber si en realidad te amo o sólo son sueños platónicos como los que acostumbro tener con mujeres como tú, aunque según los mensajes, el Facebook, el Hi5 y todo lo demás indica un amor por internet. Que incluso me lleva a recordar que la única vez que me pareció oír tu voz fue aquella vez que me llamaste por teléfono y no hiciste más que gritar mi apodo de cariño, a lo que yo respondí con la mima acción. Pero el sonido de las bocinas que tenías como fondo no nos dejó más que esos ruiditos susurrantes que nunca supimos interpretar. Y hoy al final de toda esta historia sabremos que en realidad somos quienes esperamos, platicaremos sin parar y terminaremos la noche besándonos entre arrugas de telas blancas que cobijarán nuestros cálidos deseos mutuos. Me confesarás tu amor y yo solo asentaré con la cabeza, procurando ser místico y dejar en duda este amor maldito que no me deja hacer nada más que pensar en ti. Tú te quedarás con las ganas de odiarme, pero los dos sabemos que me amasa y que no serías capaz de salir del cuarto y dejarme lejos, ya has aguantado demasiado y hoy, el primer día que nos veremos no aguantarás las ganas de quererme, de besarme y dejar que las cosas que deseamos sucedan con la planeada fluidez que permite el azar. Nos amaremos sin fin definido y quizá terminemos juntos para siempre, eso si tu padre, el supuesto empresario. El hombre poderoso acepta que su hija consentida salga con un hombre como yo, alguien que realmente no tiene más que ofrecerle que este mal evaluado amor profundo y un par de deudas congeladas.
Así tomo este, el tercer de varios tragos que durará la noche contigo. Y brindo en soledad por todas esas veces que hemos platicado por internet, de cómo ahora ya terminamos todo con un te quiero o cuando menos un suerte, te cuidas. Y pensar que cuándo todo esto comenzó nunca imaginé llegar a algo serio contigo, que sólo buscaba más amistades en Hi5, que sólo se trataba de una estúpida pero muy fructífera, y lo digo por ti, competencia entre amigos para ver quién era el más popular y lograba tener más gente, yo estaba como siempre a la delantera, dejando por mucho a mis amigos, pero de pronto me encontré con tu perfil, y la imagen me encantó, por supuesto te agregué como amistad con pocas esperanzas de ser aceptado, los dos completos desconocidos y nada más que dos jóvenes cibernautas, como la mayoría de los usuarios en ese entonces. Tú respondiste de la manera más extraña que podía esperar, pero también la más utópica. Me respondiste la solicitud y aparte de todo me dejaste un comentario de todo alentador:
“K tal chikuelo? No se muy bien kien eres, pero seguro podems hacer una muy buena amistad. Gueno, te dejo mis datos en un mensajisho, igual y por msn puede ser mas fácil, no krees?”
De ahí siguieron todas nuestras conversaciones de horas y horas y horas. Hasta que estúpidamente se me ocurrió decir que no sé nada de ti, que no se en realidad ni quién eres, si en realidad existes o si de una forma muy estúpida sólo estoy perdiendo el tiempo, que ya no aguantaba tanta incertidumbre. Se me ocurrió decir lo que quería decir, pero dando a entender todo lo contrario. Entonces me contestaste de manera agresiva con una despedida, y diciendo que si estaba cansado de ti, entonces sólo dejara de hablarte y de buscarte, que pensabas que era distinto, pero que a fin de cuentas no era más ni menos que cualquier otro, que al parecer no estaba dispuesto a arriesgar un poco más de tiempo por ti. A esa contestación sólo me quedó la opción de ser tajante y dejar la sutilidad atrás, te propuse ya sin miramientos ni opciones sumisas, mostrarte hoy y conocerme, tal cual lo haría yo. Y aquí estoy en la mesa del fondo, con una reservación premeditada y con la mejor vista de la ciudad, a nuestro parecer según me has contado.
Levanto la copa y la miro con atención, parece que mis tragos son más pequeños de lo que pienso, está casi llena y por consiguiente tienes mucho tiempo de tolerancia por delante, espero no los ocupes todos, porque mis ansias están haciéndome temblar, con tantos recuerdos.
Hoy desde la mañana no dejé de pensar en ti y de imaginar este momento, en serio lo he buscado y lo deseo de corazón, aunque en el fondo y de manera muy callada no lo quiero, me da miedo ver la realidad de frente, notar tu cara justo frente a la mía sin alguna pantalla de por medio, eso se notó desde que me bañé, en cómo se me caían las cosas y no prestaba atención alguna a lo que hacía, este día, sinceramente no fue el mejor de todos, ni estuvo cercano a serlo. Sin embargo esta noche será de las mejores en varios años, porque creo que hemos cultivado bambúes que hoy están a punto de retoñar, de crecer después de años y de ponchar las nubes porque así de grandes y fuertes serán.
Tanta alegría me da gana de volver a brindar, levanto la copa con mi mano trémula, y veo como la copa se despide de mi mano y de mis dedos, rueda y gira lentamente por el vacio y cae violenta, se desangra y con ella se lleva al paraíso los minutos de espera por ti. La copa se terminó y fue tiempo de pedir la cuenta, pagarla y salir del bar.
Ahora no sabré si eras aquella belleza de internet que se enamoró de mí o un  ñoño gordo de cuarenta años, sin amigos que sólo buscó  algo de entretenimiento.