viernes, 25 de junio de 2010

Reinicio

Dejé de escribir el reporte que me pedían el el trabajo, porque tu lo pediste insistentemente con el timbre que no dejabas de tocar. Cuando abrí la puerta y vi como las gotas se encarreraban desde tu fleco escurrido hasta la punto de la nariz, para dejarse caer en mis zapatos.
En ese momento no entendí, porque después de dos años llegabas repentinamente, sin explicaciones ni palabras. Y más aún después de tu juramento. Aquel en que prometías nunca más volver a verme y encargarte de mi desgracia.

     Entraste sin pedir permiso ni pronunciar ninguna palabra, con la mirada baja y más gotas custodias que marcaban cada uno de tus pasos. Te sentaste en el sillón sin importarte si se mojaba.

     Después con tu mirada tímida y conquistadora, con esa que siempre me vencías miraste hacia la tasa que había dejado en la mesa. La tomé y te la di. Diste uno o dos sorbos y la dejaste entre tus piernas.

     Con tu mano temblorosa de frío sacaste un sobre que habías protegido de la lluvia. Se veía tan seco y bien cuidado que me dio miedo tomarlo. Después te paraste y con un abrazo mudo estampaste en mi camisa la memoria de lo que alguna vez fuimos y querías revivir.

     Con tus cabellos húmedos comenzaste a dibujar figuras sobre mi cuello mientras que tus labios sin tocarme comenzaban a tentarme y convencerme de abandonar las horas de trabajo. Te paseabas suavemente sobrevolando mis párpados, mis mejillas mi nariz y mi boca.

     Tu asecho terminó rindiendo frutos cuando de un empujón me dejaste recostado en el sofá. Te levantaste, tomaste el sobre y te dirigiste caminando a mi habitación dejando como rastro algunas de tus prendas. Las que seguí como cazador furtivo hasta encontrarte sobre mi cama.

     Poco a poco recuperaste tu papel y me envolviste entre tus piernas y tus brazos, ponieas como candado cada una de las caricias. Hasta que terminé totalmente apresado. En seguida sediste un poco de libertad a cambio de más sensaciones, hasta que juntos y al compás llegamos al final con tonos texplosivos del nirvana, como si camináramos de la mano.

     Me volviste a apresar con tu ternura y cerraste los ojos, tranquila y satisfecha. Como si huberas concluido una misión o algún otro de tus caprichos. Respiraste profundo y te fuiste desvaneciendo en tus sueños, arrastrándome contigo yo también me perdí en la penumbra que regalaba el momento.

     Al otro día sólo quedaba de tí un poco de aroma, un vago esbozo de tu figura sobre las sábanas y sobre el buró el sobre que tanto cuidaste de la lluvia.
Cuando lo abrí encontré lo que esperaba. Una carta de amor y despecho conjuntos que en resumidas palabras expresaban todo. Y marcaste con tono fluorecente el clímax de tu emoción. VIH positivo.

viernes, 4 de junio de 2010

4

Pediré un deseo. Espero esta vez sí se cumpla, el mismo que todas las veces anteriores. Llegar a volar como en aquel sueño de ayer y sentir el aire surfeando por mis dedos. Quiero dar el brinco que me impulse a los cielos y me brinde libertad y control absolutos. Mancharme las ropas de azul celeste y salpicones color atardecer.
Entremezclarme en las nubes y despegar en los verdes campos, recostarme en la  planicie alfombrada de pasto y mirar desde el uno hasta el infinito, apreciar el panorama y tomar la opción número cuatro sin juzgar a las demás, ver la cuarta gota de agua escurrir de entre miles y caer en mis labios. Beberla y eliminar la sed del viaje. Estar tranquilo, más tranquilo que nunca y descansar feliz y placenteramente cobijado por el sol, acariciado por el viento, pero sobre todo seguro de la opción número cuatro.