viernes, 29 de octubre de 2010

La promesa del edén

29/10/2025
Bueno, eso de escribir no se me da. Pero es parte del trabajo. En realidad no sé porque lo piden, pero es trabajo y se tiene que hacer…
Como parte del proyecto me pidieron que redactara estas memorias, como si fuera una bitácora de obra, pero personal. Y No debe ser diaria, sólo cada vez que yo lo crea prudente. Eso es lo bueno.
Es el primer día, digno de ser escrito, ya que hoy se inicia la obra, que según esto salvará al mundo. Se trata de construir una ciudad autosuficiente bajo la tierra. La empresa ya realizó un proyecto semejante hace varios años y tuvo tanto éxito que ahora la empresa proyectó algo más grande. Se supone que aquí vivirán los obreros, ingenieros y demás gente que trabajará para todos lo que compraron el proyecto pasado, aunque no se dirá así, será como parte del derecho a la vida, en el programa de la ONU. Dentro de los que van a habitar la ciudad estoy yo. Un ingeniero experimentado, reconocido y prestigiado. Como bono de proyecto tendré una mansión en la ciudad y seré una especie de cacique. Eso me dará mucho dinero, sin tomar en cuenta la buena paga que me dan actualmente.
15/02/2026
Hasta hoy todo había estado muy bien, nada fuera de lo común. Sólo tuve tentación por escribir un par de veces, cuando había accidentes en obra, pero creo eso no dará buena impresión de la empresa si es que esto se publica algún día. Pero creo que hoy si es necesario teclear un poco.
Hoy es mi cumpleaños y me vino a visitar mi familia. Sólo pudimos estar juntos unas horas. Ya que el túnel ha avanzado a pasos agigantados y estamos muy profundo. Según mis cálculos para dentro de un año estaremos construyendo en la zona donde se supone estará “El edén”. Pero tomando en cuenta lo denso del aire, la presión y todo eso no creo que me puedan visitar. Así que los disfruté al máximo.
También estuvo la gente que aquí trabaja, entre ellos hay un albañil, un tal Ricardo, que me llama mucho la atención. No sé porque está aquí si siempre se anda quejando y diciendo que no le ve caso a esto. Eso lo dice a todos, especialmente a mí. Es buena persona, pero creo que tiene intención de boicotear esto. Él al contario de todos no se ve motivado por el dinero y el lugar asegurado en el paraíso que construiremos.
21/02/2026
No creí escribir tan pronto, pero creo que ese albañil comienza a influir mucho en mí. Ya me empieza a dar miedo. Hemos avanzado a razón de ±75 m/día. -Esta tecnología vaya que impresiona.- El aire cada vez va siendo más denso, pero igual de densos van siendo los cheques. Eso me alienta a seguir. Aunque en algunas ocasiones extraño a mi familia, pero estoy seguro que están bien, el 90% de mi paga va para ellos.
08/05/2026
Hoy murió uno de mis ingenieros junto con toda su brigada. No fue muy cuidadoso y le cayó encima una roca en una voladura. Las bromas no se hicieron esperar, dicen que murió igual que el niño de la cama de piedra. Espero que no haya tenido familia. Esto me puso a pensar un poco en mi familia nuevamente.
Yo pensé que con esto, igual que varias personas Ricardo saldría huyendo, pero no. Él sigue aquí, jodiendo como todos los días. Le han de ofrecer un muy buen dinero por tirar el proyecto, como para que a pesar del pánico y sus ideas él siga aquí.
10/05/2026
Hoy estuve a nada de salir de aquí, pero al ver la cara de alegría que puso Ricardo cuando me notó convencido deserté. No sé que estaba pensando. Este trabajo es el mejor que he hecho en mi vida y sin duda el mejor pagado. Lo único incómodo es que estoy entre un montón de gente que ambiciosa, lujuriosa… vaya es la lacra del mundo. Creo que le falló el estudio de ética a la empresa. Todos aquí somos una escoria. A veces me siento como en una cárcel. Como si esto fuera un reclusorio, como si fuera el mismo infierno. Y no lo digo sólo por el ambiente, sino también por el clima.
21/07/2026
Ya faltan más o menos tres meses para terminar el túnel y comenzar la edificación del a ciudad. Eso me alegra. Aunque la verdad no sé como seguimos vivos. A mi parecer con el oxígeno que nos suministra la empresa no podría vivir aquí ni siquiera una cuarta parte de la gente que hay. Sin duda alguna nos hemos acostumbrado a regular nuestra respiración y nuestro consumo de oxígeno. A parte, según informan el holocausto que hay allá afuera comienza a empeorar y disminuirán las raciones de comida que nos mandan poco a poco, iniciando desde la semana que viene. Espero que sí sea poco a poco y no de golpe, como pasa a veces con el oxígeno.
14/08/2026
Como lo temía, sí disminuyen muy bruscamente las raciones de comida, como lo siguen haciendo con el oxígeno. Pero con el agua es más difícil, aquí abajo el calor es cada día mayor. Aguantaremos, ya llevamos más de la mitad, lo que sigue va a estar más fácil. Al parecer conforme vayamos construyendo la ciudad irán bajando nuestras familias. Lógicamente primero la de los ingenieros y administrativos. O sea que a más tardar para finales principios de marzo viviré aquí con mi familia.
20/10/2026
Lo peor ya está por venir. Me anunciaron que lo evitaron hasta las últimas consecuencias, pero no se logró. Intentaron mantener el suministro de agua, pero las cosas allá afuera están por explotar. Hay un sinfín de revoluciones y guerrillas en puerta, alentadas por otras pocas que han estallado. Lo único que pudieron hacer por apaciguar la furia de la sociedad hacia este proyecto es recortarnos el agua. Según lo estimado tendremos que vivir con dos kilogramos de comida, un galón de agua y 1.5 metros cúbicos de oxígeno por persona a la semana. Eso suena irreal, pero viendo como estamos actualmente no es algo lejano. Sería entre el noventa y ochenta por ciento de lo que consumimos actualmente.
Hay veces que con tres cucharadas de arroz y un vaso de agua rindo poco más de un día. El hambre, la sed y el cansancio ya es algo cotidiano aquí adentro. No sé como Ricardo ha aguantado tanto aquí adentro. A veces creo que no busca boicotear sino salvar. Pero si así fuera ya se hubiera ido, a menos de que su humanidad sea infinita. En ocasiones habla de una manera tan elocuente y con tanta certidumbre que creo que es alguien que me conoce mucho más que cualquier otra persona, incluso más que yo.
07/11/2026
Esta cosa ya se convirtió en un vicio para mí. Prácticamente estoy pensando todo el tiempo en que escribir. Sólo me resisto por mi falta de habilidad para hacerlo y mi miedo al ridículo.
A decir verdad, todo es con respecto a mi familia. Es difícil hablar con ellos. Tenemos poco tiempo para la vida personal. Hay veces que pasan semanas enteras y yo no sé nada de ellos. Lo último que supe fue que estaban por cambiarse de casa ya que las cosas en México están peor que nunca. Quieren ir a Suiza. Yo creo que está bien, ya que por allá están haciendo otro de los túneles de acceso. Aunque la verdad no le veo mucho caso. En menos de seis meses los voy a tener aquí junto a mí. Pero si las cosas están como me cuentan, más vale tomar precauciones. Nunca pensé decir esto, pero aquí abajo los he valorado demasiado. No sé qué haría sin ellos. Lo más cercano a una familia aquí abajo es ese tal Ricardo que tanto odio.
17/12/2026
No sé. Creo que llevo al menos un mes y medio sin comer nada, dos semanas sin agua, y de respirar… Eso lo hago cada vez que lo recuerdo, ya he perdido el instinto.
15/02/2027
Hace una semana llegamos al punto prometido, donde se supone veríamos a la gente que viene de otros lugares. Los de Suiza, los de Sudáfrica, Argentina, Ecuador y Egipto, pero nada…Siendo francos yo creo que ya nos olvidaron. Hoy envié una brigada para averiguar que ocurre con las comunicaciones, ya que no puedo saber que ocurre allá afuera, no tenemos ningún tipo de comunicación. La comida, agua y oxígeno ya no son necesarios. Lo único que nos importa y preocupa a todos son nuestras familias. El único despreocupado es Ricardo. Es extraño, pero al parecer él no tenía familia allá afuera… No entiendo entonces porque se quejaba tanto y sus deseos de salir con todos nosotros.
24/02/2027
Ya regresó la brigada de emergencia. Dicen que no hay paso. Aproximadamente a un kilómetro de profundidad hay un tapón de roca.
Desafortunadamente estoy seguro que sobreviremos, y digo sobreviviremos porque vivos ya no estamos. Esta ciudad que construimos es el mismo infierno, es por eso que pasamos tiempo sin necesitar comida, agua y oxígeno. Estamos muertos y padeceremos hambre, sed, tristeza y agonía perpetua. No se equivocaron en el estudio de ética. Aquí está la peor escoria de la sociedad y allá afuera los elegidos.

martes, 12 de octubre de 2010

Velocidad

No sé porqué pero así fue, todo a la velocidad de la luz, acelerado y precipitado, inesperado. Como tú sueles ser, repentina y ocurrente. Así como ocurrió esto terminó.

viernes, 17 de septiembre de 2010

El zumbido de Pandora

Estaba cansado, muy cansado. No tenía mucho que hacer, lo único que pasaba por mi mente era el tímido murmullo que se empeñaba en relatar ese amor de años que sólo resultó en un montón de hojas blancas escritas con la tinta de una brisa otoñal. Todos esos tiempos bien se pueden resumir en un solo suspiro que viaja por la penumbra de mi habitación a las tres de la mañana. Tan vacía y tan simple como mi mente estas últimas tres semanas. Y dentro de todo este estruendoso silencio que me aturde entre imágenes y recuerdos del ayer que tú y yo nunca vivimos, y que muy seguramente nunca viviremos, la danza de la flama que tiembla de frío, que poco a poco se extingue y da paso al amplio vacío de la obscuridad, fiel y cordial anfitrión de las memorias, me pierdo en ese libro de hojas blancas que tantas tanto tiempo tardamos en vivir. Y es que la verdad así es el momento, y me duele que sea así. Qué después de todo esto ya no recuerde nada. Todo aquello quedó sin sentido como si fuera el vuelo moribundo de una mariposa en la lluvia. Ni siquiera es tu nombre digno de ser escrito. Esta noche fue un mosquito el ministro del bautismo y hoy tu nombre cambió por el de la onomatopeya del zumbido que pernocta y se convierte en un fastidio. Por esta noche tu nombre es sólo una molestia más que ayuda al insomnio, que roba el sueño y con él las esperanzas.

viernes, 20 de agosto de 2010

La muerte suele ser algo cursi

La muerte suele ser algo cursi, más aún cuando es la mejor de las técnicas para poder enamorar, cuando el decir: “estoy desahuciado” produce un sentimiento de compasión placentera.
Cuando uno está a punto de morir siempre tiene un buen tema de conversación y sus palabras, sean o no reflexionadas, son tomadas como mandamientos bíblicos. Porque la gente cree que siempre sabe más de la vida quien está a punto de perderla. Porque el decir: “Me muero en dos meses” es prácticamente decir: “Tengo dos meses de sabiduría divina” Aprendí que con esas palabras siempre era centro de atención y cualquier mujer acepta estar entre mis brazos. Eso lo aprendí justo hace más o menos quince meses. Catorce meses y veinticuatro días, para ser exactos. Cuando me dijeron que ya me quedaba aproximadamente un año de vida.
Entonces mis ilusiones se fueron al carajo y ya nada valía la pena. Todos mis planes contemplaban más de estos jodios quince meses para poder cumplir mis metas. Hubo que hacer cambio de planes y virar ciento ochenta grados. Ahora no se trataba de ser bueno y piadoso. La religión, los principios, valores y la poca o mucha ética que tuviera valían menos que un beso de feria. Noté que no tenía caso seguir con el camino del dichosos “bien”. No tenía caso todo lo que había ahorrado. A parte, ni siquiera tenía a quien heredar. Entonces tomé una buena decisión:  El punto es ocupar mi farsa de profeta de vida y sabio de experiencia. Hacer valer mi tristeza en pro de mi placer.
Inicié a platicar con la gente usando una voz sinceramente quebradiza y movimientos trémulos que en realidad sucedían, pero poco a poco fui aprendiendo a valerme de ellos, los fui perfeccionando y al cabo de menos de un año supe exactamente cómo actuar con cada tipo de personalidad. Hasta quienes aparentemente no caían en el juego del moribundo decaído terminaban por actuar como yo deseaba. Las cosas se fueron haciendo cada vez más sencillas. Al principio tenía con un promedio de una conquista por cada tres derrotas. Pero con algo de práctica y correcciones en mis argumentos deprimentes llegué a marcar hasta tres o cuatro mujeres por evento al que asistía. Siempre las víctimas tienen más oportunidades de ser victoriosas, sólo es cuestión de perder el miedo. Al fin y al cabo no me queda nada por vivir. O mejor dicho, todo lo contrario. Lo mejor está por vivirse, porque… “de lo bueno, poco.”
Después llegaste tú, y la vida, lo poco que me queda de ella, cambió por completo. En estos menos de quince días que llevo de conocerte me has enseñado que la vida es algo muy diferente a lo que todos creen. Me lo dijiste con ese brillo que vibraba en tus ojos mientras mirabas al vacío en la sala de espera.  Cuando sentada y sin moverte te acercaste a mí con tu alma pura y casta, con tu aroma tímido. Así tomé la iniciativa y comencé con mis argumentos de tristeza y depresión. Así seguro aceptarías salir conmigo. Y así fue.
Las primeras veces fue algo extraño. Las cosas no salían exactamente como lo pensaba, mis argumentos grises y húmedos siempre se destruían con la luz de tu sonrisa. El sol de tu mirada terminaba dando color a mis ideas y secando mis lágrimas ensayadas. Cuando todo esto empezó me enojaba, porque las situaciones no se prestaban a lo que buscaba, nunca hemos llegado a la cama o siquiera a estar recostados sobre un sillón. Tú experticia supera por mucho a la mía, das clases de evasión sensual a la seducción.
Después entendí que lo que tú buscas y has conseguido es amor sincero. Comprensión y empatía al por mayor. Para cualquier cosa busco estar contigo, compartir contigo y hacer contigo. Contigo. Contigo todo suele ser mucho más fácil, mucho más divertido. Contigo la vida no es cuestión de tiempo, sólo es cuestión de vida. Tu sonrisa pasó de ser motivo de enojo a motivo de alegría… Como quisiera que mi vida durara más de lo esperado para poder pasar más tiempo juntos.
Llegué al médico con la misma idea que tenía desde hace ya bastante tiempo. Sólo esperando un cálculo más preciso de mi fecha. Del día en que moriré. Pero las cosas no fueron así. El doctor dijo algo diferente a lo de rutina. Me enteré que mi enfermedad, causante de muerte inminente, repentina e inexplicablemente cesó. Ahora si tendríamos tiempo para estar juntos… Ahora si, “por toda una vida”. Sería una gran noticia. Más aun después de no vernos por estos largos cuatro días. Que te fuiste de vacaciones.
Salí corriendo feliz, sin palabras… llegué a donde solía encontrarte, toqué la puerta lleno de energía, de felicidad, de emociones. Tenía tanto por contarte, tantas ideas en mente, tantos planes por realizar. Todos ellos juntos. Esperé en la puerta por unos cinco o diez minutos  y salió el vecino. Y me dijo lo que ocurrió. Que en realidad nunca saliste de vacaciones. Que la verdad es que te dio un ataque a causa de aquella enfermedad que dijiste era cosa de menos. Y con un abrazo quiso encerrar las lágrimas que salían de mis ojos cuando me dijo que tú ya no estarías más aquí, porque estás allá donde algún día estaré. Ahora no se si suicidarme para estar junto a ti o vivir como tú lo hubieras deseado. Qué lástima me da saber que ahora “toda una vida” no significa nada porque ya no estaré más junto a ti.

domingo, 15 de agosto de 2010

Rutina

Él se sube, paga su tarifa algunos pesos y se sienta. Ella en seguida hace lo mismo y se sienta a su lado. Los nervios se sienten en las manos húmedas y después de unos minutos salen en palabas truncadas, torpes  y rápidas. Los dos se enamoran y sienten que así será para siempre. Pasan más minutos.
Ella se levanta del asiento y se va. Él la acompaña, pero sólo con la mirada. 

viernes, 6 de agosto de 2010

Manual de funeral

Yace allí, dentro de su estuche negro, bajando tranquilamente en el elevador. Abandonándonos. Don Horacio… como le gustaba que le llamaran, era una persona sencilla, amable, entregada con pasión a su vida, a su familia, a sus hijos, a sus hermanos, sus hermanas y a su amada esposa, Sofía, a quien conoció tres años antes de estar en el altar,  a la que fue enamorando en medio de algunos cuantos amores, aventuras y desamores, invitándola con sutil indiferencia apasionada a cada uno de los momentos que él creaba para ella y para nadie más, porque ella era la única mujer a la que él deseaba. Las demás… sólo juegos y fríos desahogos de pasión carnal y ocasional. Le juró amarla por siempre, hasta el día de su muerte y ella también lo juró.
                Ahora ella se encuentra recargada en el brazo de Fernando, hermano y mejor amigo de Horacio. Compañero de mil y un batallas desérticas. Quien ahora al parecer luchará solo contra las adversidades que aún le aquejan. Quien cierra los ojos y cuenta con lágrimas prisioneras las historias de infancia, juventud y adultez que compartieron a lo largo de aproximadamente sesenta años. Con sonrisas elocuentes afianza los sentimientos de apego, cariño y amistad para evitar la voz lastimera.
                Mira con detenimiento y cariño a Sofía. Recuerda como Horacio se quedó hace ya mucho tiempo con ella, cuando los dos competían de la manera más limpia posible. De vez en cuando eso se olvidaba y justificaban las acciones con el famoso dicho: “En la guerra y en el amor…” Al final Horacio se quedó con ella, demostró en una acción decisiva ser el hombre amoroso y bien deseado, al menos según el juicio de los ojos y el corazón de Sofía. Dejando todo fuera de su vida con tal de estar junto a ella.
                Sentada en el sillón de la esquina, don las manos cubriendo el rostro, contó misma la historia épica acerca de cómo Horacio dejó su empleo, las oportunidades de grandes e importantes estudios en su entonces admirada URSS y todas las aventuras que entonces tenía sólo por qué ella se casara con él, para no perderla y pasar juntos toda una vida. Cómo le envió la carta desde el extranjero donde le avisaba de su decisión y su abandono absoluto a de una vida perfecta a cambio de su amor. Entonces ella rompió en llanto.
                Fernando la tomó del brazo y contó la verdadera historia… Quien escribió la carta fue él y no Horacio, esas lágrimas que firmaban un “Te amo” eran sinceras, no como las de Horacio. Que al leer la carta y ver perdida la batalla envió la carta sin nombre de autor, sólo agregando la fecha de regreso a la ciudad. Para que Sofía lo encontrara a él en vez de Fernando. Y quedarse así con ella en la última de las jugadas sucias de los hermanos, la más sucia pero victoriosa.
                Confesó con profundo arrepentimiento haber condenado la verdad a cadena perpetua entre el corazón y la garganta. Siempre y cuando ella estuviera contenta. Siempre y cuando él la hiciera feliz y la respetara. Él soportaría tal humillación y tristeza, pero sería su fiel guardián, como los caballeros del medievo. Eternos amantes de la reina.
                Ese fue el error de Horacio… no amarla y respetarla le costó la vida. Y ahora sería turno de Fernando, porque: “Más vale tarde que nunca” y “En la guerra y el amor todo se vale”.
                Horacio ha muerto, Fernando vuelve a vivir y Sofía… ella sólo sigue directo al fin.

jueves, 29 de julio de 2010

Una vida junto a ti.



Recuerdo el frio que hacía aquella noche, justo como el que actualmente se aloja en mi corazón. Yo caminaba con bufanda, chamarra, sudadera, suéter y camisa gruesa. Los guantes baratos que había comprado esa mañana no hacían bien lo que debían aunque más no se podía pedir por los míseros setenta pesos que pagué. Con los treinta pesos que aún quedaban en mi bolsa entré al café y pedí un americano con mucha azúcar para tener más calorías y aguantar más el frio que me congelaba las piernas y no me dejaba caminar por la calle. Entonces noté que mi caminata urbana por placer en realidad no ofrecía ningún placer. Me senté dentro del café y me quedé mirando a la calle donde no pasaba nadie, sólo un poco de niebla y vapor de coladera era lo que habitaba sobre el pavimento.
                Terminé mi café pero el frio al miedo me encadenó a la silla por otros minutos. Los suficientes como para notar como entrabas en el local y pedias igual que yo un café americano con mucha azúcar. Te sentaste a dos mesas de mí y sacaste de tu bolso un libro, de portada azul y detalles blancos. Con eso tuve para juzgarlo como algo aburrido y viejo, sin chiste. A decir verdad era algo delgado y no pensé que fuera bueno. Entonces negué con la cabeza, torcí la boca y me puse de pie. Te miré de reojo y al notarlo me sonreíste tímida y ruborizada. Pasé al baño y al regresar a la sala para salir tú también te levantaste y te adelantaste a la puerta. Ya afuera, sobre el mismo andar tomaste el libro y lo guardaste, sacaste unos guantes un poco más caros que los míos, pero al parecer igual de ineficientes, te los pusiste y seguiste por el camino que yo había de tomar.
En la esquina siguiente nos emparejamos para esperar el paso peatonal. De nuevo me volteaste a ver con la sonrisa tímida y rojiza del café. Se encendió la luz verde y ambos comenzamos a caminar… uno al lado del otro. Y sin platicar nos fuimos conociendo. Tú procurabas caminar sin pisar cualquier raya sobre la banqueta y de vez en cuando dabas brinquitos discretos sobre los charcos. También eran repentinos pero previsibles los mementos en que te rascabas la nariz de grana. Siempre después de hacer un gesto de estornudo fallido. Y como sonreías conmigo cuando yo me mofaba de tus ademanes tan expresivos y con tus ojos hacías semicírculos alegres.
Tú de la misma manera notaste como yo, cada pausa sin querer y casi por arco reflejo limpiaba mis zapatos con mis pantorrillas. También lograste adivinar cada vez que por frio frotaba mis guantes sin resultado alguno. Nos conocimos casi a la perfección en un poco más de siete cuadras que caminamos a la par. Después entraste un edificio y yo, sin tener nada más que hacer, te seguí hasta el elevador. Entramos y nos quedamos solos, poco a poco nuestras manos se acercaron y se tocaron mustias. Así nos quedamos juntos por diecisiete pisos viendo como gente entraba y salía del elevador. Y de regreso fuimos hacia abajo. Así dimos varias vueltas sin decir palabra alguna.
En la enésima vuelta me miraste al llegar a la planta baja. Con tu voz ronca, no sé si por enfermedad, frio, inactividad o naturaleza escuché las únicas frases que se pronunció: “Adiós fue un placer haberte conocido. Hasta nunca. No me sigas más.” Diserte un paso fuera del elevador, dejando el deseo guardado herméticamente junto a mí.
Y así te perdí para siempre sin haber tenido más que tres frases para recordad y toda una vida para imaginar. Aún hago pinturas que tratan sobre ti, del camino que alguna vez recorrimos y nunca más volveré a pisar junto a ti.

viernes, 23 de julio de 2010

La glorieta del pueblo

Esa última canción que escuché en la radio, como todas las anteriores, me hizo pensar en ti. Y como no hacerlo si aún te extraño, todo por culpa de mi supuesta hombría estúpida que nunca dejaré. Sólo pensé en nada y salí a la penumbra del asfalto empapado. Y caminando poco a poco fui recorriendo el pueblo. A lo lejos, en la esquina donde nos conocimos, vi dos sombras que jugueteaban y se mezclaban mientras el faro mustiamente hacía las veces de alcahuete escondiendo las caricias densas pero fluidas. Justo como lo hacíamos nosotros hace menos de un año.
                Notaron como poco a poco me acercaba hacia ellos, con la mirada fija en sus acciones. Las sombras dejaron de moverse, simulando un lienzo salpicado con colores obscuros y figuras revueltas. Me detuve, y dejé que se alejaran en anonimato. Tal y cual lo hicimos nosotros aquella vez. Si me concentro un poco aún siento como tu mano trémula oprimía con miedo seductor mi brazo para apresurar el paso, justo como parecía que ocurrían las cosas doscientos metros delante de mí.
Doblaron en la esquina del bar que nunca quisiste visitar, y como tú aquella vez, ella tropezó cuando el empedrado de la calle se enamoró del tacón izquierdo. Él como todo buen caballero la sostuvo y evitó que se desplomara.
Al sentir mi cercanía latente y mustia pero perseverante se frenó. Posó su cuerpo lánguido como escudo ente ella y yo. Su voz se hizo escuchar desde el suelo y vibró por dentro de mí, haciendo cosquillas en mis plumones. Y de una vez soltó un golpe para protegerla. Yo sin afán de atacarle únicamente me defendí y lo aventé hacia atrás. Su tropiezo le dejó en el suelo, casi indefenso. Sin más que hacer que usar una de las más bajas artimañas. Metió la mano detrás de su cadera y con la otra se puso en pie. Dio un paso atrás y después dejó salir con el grito de la pólvora tan caliente como su coraje que no hizo más que alertarme y activar en mí el arco reflejo de solar un tiro hacia él.
                Después sólo noté como despacio y en silencio, como aquella noche que nunca olvidaré, un vestido se teñía de roja imprudencia irracional que había despertado la situación de incertidumbre. Y él, al igual que yo aquella noche corría hacia ti… hacia ella, con lágrimas volvía a sacar el golpe de plomo que me dejó tirado en la calle, frente a esos ojos que como los tuyos se cerraban tan serenos con la briza que escurría por las mejillas y ambos cerramos los ojos. Mientras él huía del lugar, para seguramente, en menos de un año seguir recordando esta situación  y escuchar sin parar canciones que hablen del amor que alguna vez tuvo y que seguramente lo sacarán de su hogar una noche húmeda para buscar el amor en esa esquina maldita donde alguna vez lo dejó.

viernes, 2 de julio de 2010

La inocencia de Edipo

No recuerdo exactamente qué edad tenía en ese entonces, pero aún creía en los reyes magos, Santa Claus y el ratón de los dientes. Yo era inocente pero rudo, en mayor parte era temido, el más temido de la generación en la primaria. En gran parte era gracias a que mi papá era mayor del ejército nacional. Yo estaba acostumbrado a balas, pistolas y rifles sobre la cama o la mesa por la mañana. Las medallas, escudos, espadas y cualquier instrumento bélico era motivo de la decoración casera.

                Desde pequeño mi padre me enseñó a jalar el gatillo y a ser atinado en cada uno de los disparos, poco a poco fui entrenando, aumentando el calibre y la certeza de mis tiros. Por las tardes al llegar de la escuela tomaba el uniforme de mi papá y me lo ponía con orgullo y gran imaginación. No tomaba ninguna de las armas, eso estaba prohibido. Sólo podían estar en mis manos cuando mi papá o “Mayor Aguirre”, como le gustaba que le dijera, me estuviera enseñando y en el caso extremo en que tuviera que defender a la familia. Como hijo mayor esta era mi responsabilidad cuando él no estuviera. Tenía que cuidar a mi mamá, Carlitos y Mariana a costa de lo que fuera.

                Mi padre era duro, regio como todo buen soldado. No expresaba sus sentimientos, pero yo sabía que me amaba porque de vez en cuando se le olvidaba apagar el brillo de sus ojos. En cambio mi madre era todo lo contrario, en ocasiones me empalagaba tanto abrazo y apapacho. En ocasiones me avergonzaba, y más cuando lo hacía frente a mis amigos. Se suponía que era el rudo e imponente de la escuela. Pero eso ella no lo entendía.

                Mi padre recurrentemente acudía a misiones y salía de la casa por mucho tiempo, al menos mes y medio. Entonces yo era el hombre de la casa y tenía que actuar como tal. Siempre tomaba el revólver que estaba en la alacena y lo llevaba a mi cama. Dormitaba por la preocupación, el pendiente, la responsabilidad y el frio de la pistola bajo la almohada.
                Uno de esos días en él salió de la casa y me dijo en secreto que sería uno de los viajes largos, por lo menos dos o tres meses. Pero que no tenía por qué preocuparme, ya era un experto tirador, en las últimas prácticas había atinado al blanco cada uno de mis tiros. Estaba orgulloso de mí. Seguramente sería un gran soldado. Recto, firme y decidido. Con la misma determinación que caracterizaba a los hombres metió su arma en la funda y partió con la maleta en la mano izquierda y su gorro verde bajo el brazo. Se subió al carro y nos metimos a la casa. De nuevo era el hombre de la casa por al menos dos o tres meses.

                Pasó el primer mes y no había novedades, Carlitos y mi mamá se quedaban en la casa mientras Mariana y yo estábamos en la escuela. De cuando en cuando, para no sentir sola la casa invitaba a algunos amigos a comer, al fin en casa siempre se hacía comida para cinco.

                Dos semanas después invité a Pablo a dormir. Era mi cumpleaños y no quería pasarlo solo. Él era mi mejor amigo y había quedado con mamá para salir a comer a mi restaurante favorito. Cuando llegué a casa Pablo y yo nos quitamos el uniforme y nos pusimos ropa para la comida. Justo antes de salir sonó el teléfono. Era papá, había llamado para felicitarme y me había prometido una gran sorpresa. Que seguramente yo no imaginaba ni siquiera que podía ser.

                Acabó la comida y regresamos a casa. Al doblar la esquina noté algo raro, había un carro que no era común frente a la casa. Todo el día y la tarde me la pasé observándolo, dejé de lado a Pablo. Él se llevaba muy bien con Mariana y con mariachi, mi perro. Llegó la noche y el carro seguía ahí frente a la casa sin moverse. Llamé para denunciarlo, pero debían haber pasado más de cuarenta y ocho horas para que fuera algo sospechoso. A parte, ¿quién le hace caso a un niño cuando llama para una emergencia? Y más aún si hay ruidos y risas de fondo.

                Mamá me regañó y me obligo a ir a la cama. Me acosté con la oreja pegada a la almohada fría y la cara mirando al espejo. Las maderas del suelo comenzaron a crujir y yo nervioso salí a ver quién estaba fuera de los cuartos. Veía como el reloj parpadeaba al compás de mis latidos y poco a poco mi corazón tomaba iniciativa aumentando el ritmo. Los ruidos cada vez me llamaban más atención.

                Sonó un motor fuera de mi casa, corrí a la ventana y vi como el auto sospechoso se alejaba. Entonces pude dormir un poco. Pero hora y media después justo a la mitrad de la madrugada el carro regresó. Al mirar a través del vidrio ya no vi a nadie dentro del auto ni a su alrededor. Fui a mi cama y tomé a bartola que descansaba bajo mi almohada. Ella era mi amiga y protectora. Esperé y de nuevo oí el crujir de la madera, me asomé y no vi a nadie. Sólo era mi imaginación. Bartola y yo regresamos junto a Pablo.

                Por alguna razón no podía dormir, seguramente eran los nervios de lo que me imaginaba. Media hora después el reloj y mi corazón volvían a tocar la sinfonía de suspenso y los gritos de mamá me confirmaban que había alguien en la casa. Bartola y yo nos acercamos con cautela a la puerta de su cuarto. La cacha estaba sudada cambié la pistola de mano y me sequé el sudor de la mano derecha. Para tener un buen disparo hay que tener las manos secas. Aguanté por unos segundos la respiración y me tranquilicé. El disparó debía ser certero si posibilidad de falla. Los gritos de mamá, cada vez más fuertes y recurrentes reflejaban dolor.

                Me asomé al cuarto obscuro y sólo alcancé a ver por entre las sombras algunas siluetas y reflejos que tímidamente me daban reporte de situación. Él estaba justo sobre ella, la sujetaba del pecho y la aprisionaba entre sus piernas. Mi madre estaba desesperada, se movía demasiado, pero no lograba zafarse. Entonces mientras él acercaba su mano a la boca de mi madre para amordazarla yo jalé del gatillo. Bartola escupió un poco de muerte fría directo a la cabeza. Mi madre soltó un grito de desesperación y llanto entremezclados.

                Entre llantos de mi madre, de Mariana y Carlitos encendí la luz. Mi madre desnuda se quitó el cuerpo sudado y ensangrentado de encima. Miró con tristeza a su hijo que había colocado con un una bala precisa y contundente la última medalla en el uniforme de gala del Mayor Aguirre. Unas gotas de sangre eran el símbolo que glorificaba la docencia perfecta en tiro.

viernes, 25 de junio de 2010

Reinicio

Dejé de escribir el reporte que me pedían el el trabajo, porque tu lo pediste insistentemente con el timbre que no dejabas de tocar. Cuando abrí la puerta y vi como las gotas se encarreraban desde tu fleco escurrido hasta la punto de la nariz, para dejarse caer en mis zapatos.
En ese momento no entendí, porque después de dos años llegabas repentinamente, sin explicaciones ni palabras. Y más aún después de tu juramento. Aquel en que prometías nunca más volver a verme y encargarte de mi desgracia.

     Entraste sin pedir permiso ni pronunciar ninguna palabra, con la mirada baja y más gotas custodias que marcaban cada uno de tus pasos. Te sentaste en el sillón sin importarte si se mojaba.

     Después con tu mirada tímida y conquistadora, con esa que siempre me vencías miraste hacia la tasa que había dejado en la mesa. La tomé y te la di. Diste uno o dos sorbos y la dejaste entre tus piernas.

     Con tu mano temblorosa de frío sacaste un sobre que habías protegido de la lluvia. Se veía tan seco y bien cuidado que me dio miedo tomarlo. Después te paraste y con un abrazo mudo estampaste en mi camisa la memoria de lo que alguna vez fuimos y querías revivir.

     Con tus cabellos húmedos comenzaste a dibujar figuras sobre mi cuello mientras que tus labios sin tocarme comenzaban a tentarme y convencerme de abandonar las horas de trabajo. Te paseabas suavemente sobrevolando mis párpados, mis mejillas mi nariz y mi boca.

     Tu asecho terminó rindiendo frutos cuando de un empujón me dejaste recostado en el sofá. Te levantaste, tomaste el sobre y te dirigiste caminando a mi habitación dejando como rastro algunas de tus prendas. Las que seguí como cazador furtivo hasta encontrarte sobre mi cama.

     Poco a poco recuperaste tu papel y me envolviste entre tus piernas y tus brazos, ponieas como candado cada una de las caricias. Hasta que terminé totalmente apresado. En seguida sediste un poco de libertad a cambio de más sensaciones, hasta que juntos y al compás llegamos al final con tonos texplosivos del nirvana, como si camináramos de la mano.

     Me volviste a apresar con tu ternura y cerraste los ojos, tranquila y satisfecha. Como si huberas concluido una misión o algún otro de tus caprichos. Respiraste profundo y te fuiste desvaneciendo en tus sueños, arrastrándome contigo yo también me perdí en la penumbra que regalaba el momento.

     Al otro día sólo quedaba de tí un poco de aroma, un vago esbozo de tu figura sobre las sábanas y sobre el buró el sobre que tanto cuidaste de la lluvia.
Cuando lo abrí encontré lo que esperaba. Una carta de amor y despecho conjuntos que en resumidas palabras expresaban todo. Y marcaste con tono fluorecente el clímax de tu emoción. VIH positivo.

viernes, 4 de junio de 2010

4

Pediré un deseo. Espero esta vez sí se cumpla, el mismo que todas las veces anteriores. Llegar a volar como en aquel sueño de ayer y sentir el aire surfeando por mis dedos. Quiero dar el brinco que me impulse a los cielos y me brinde libertad y control absolutos. Mancharme las ropas de azul celeste y salpicones color atardecer.
Entremezclarme en las nubes y despegar en los verdes campos, recostarme en la  planicie alfombrada de pasto y mirar desde el uno hasta el infinito, apreciar el panorama y tomar la opción número cuatro sin juzgar a las demás, ver la cuarta gota de agua escurrir de entre miles y caer en mis labios. Beberla y eliminar la sed del viaje. Estar tranquilo, más tranquilo que nunca y descansar feliz y placenteramente cobijado por el sol, acariciado por el viento, pero sobre todo seguro de la opción número cuatro.

viernes, 28 de mayo de 2010

Crucifijo.

Así, con el crucifijo ensangrentado se fueron limpiando todos los pecados. Uno a uno con cada una de las veces que éste entraba y salía de la piel. Guardando entre sus hendiduras el ADN del pecado y dejando la tranquilidad eterna que conlleva morir en la santa penitencia.
Diego y Antonieta se conocieron dese pequeños, las costumbres del pueblo les dieron la obligación que en contrato verbal acordaron sus padres. Una vaca, dos gallinas y un pomo de mezcal, de ese del bueno, por la muchacha. Digo se había casado por obligación con una más de las muchachas del lugar, aunque siempre estuvo enamorado de Eduviges. Pero lo que acuerden los padres no se refuta. Y lo que se dice ante Dios no se cuestiona. Así juro amor eterno a Antonieta, Toñita, de ahí pa’ l real. Cómo le decía su familia.
El pueblo lo demandaba y era obligación divina. Toñita debía quedarse embarazada a más tardar en tres meses después del matrimonio. Diego y Toña en realidad no se querían, pero lo de se dice en el pueblo es ley. En la noche de bodas pasó el padrino de la fiesta, que fue, como era costumbre el mismo sacerdote. Sólo el padrino tiene el derecho de saber si la mujer es pura y der fe de que así sea. En fin, el párroco salió del jacal y rompió la olla. Esa totalmente confiable para un buen hombre para Diego. Entonces tuvieron que pasarla solos, intentando una y otra vez imitando  el oleaje del mar. Pero las cosas no se dieron.
A los tres meses todo seguía igual. Diego, empezó a buscar a Eduviges. Y Toñita por su lado fue a buscar al padre para preguntarle porque no podía tener hijos, si lo había intentado diario. Hasta que diego se frustró y se fue a probar suerte con la otra. Que había intentado todos los remedios que su abuela y las demás mujeres le habían recomendado.
El padre le dijo que no era cosa en Diego, que era algo mal en ella, seguro hizo algo malo y por eso lo está pagando de esta manera. Que la única manera de encontrar la gracia de Dios era limpiando todas esas acciones impuras que ella hizo alguna vez. Tenía que acercarse más a Dios y asistir más a misa. Diego estaba bien al buscar la gloria de la paternidad con Eduviges. Todos los hombres del pueblo tienen la oportunidad de ser padres, siempre y cuando no se trate de una mujer casada y se haga responsable de los chamacos.
De ahora en adelante Toñita tenía que caminar todas las tardes a la iglesia, rezar un rosario, hacer una penitencia, cada día más fuerte. Y después ir a buscar al sacerdote, hacer todo aquello que él le pidiera y entonces, tal vez, se quitaría el pecado de sus entrañas.
Fue el primer día, y después del último rosario comió un manojo de chiles sin probar un vaso de agua. El párroco entró y la vio cumpliendo esa penitencia. La tomó del brazo y la jaló del brazo arrastrando sus dieciséis años hasta la capilla contigua, ahí la despojó de sus prendas y las hizo recostarse sobre una cama de hiedra. No debía bañarse ni hacer nada en su cuerpo, hasta la tarde del siguiente día. La volvió a verter con calma y delicadeza, rozando delicadamente las pequeñas ronchas que comenzaron a salir.
Al otro día ella llagó a la iglesia, limpia y arreglada, después de rezar su rosario se dirigió al clérigo. Quien de nuevo molesto la desnudó, la llevó así hasta una tina y la regaño por bañarse. El baño de ahora en adelante sólo lo podía tomar en esa tina, para que en ella quedaran sus pecados. Comenzó a tallarla con una piedra pómez, hasta sacar los jugos rojos que dejaron poco a poco los pecados en el agua. Después pegó sus labios a las cicatrices y talló con sus barbas para limpiar las últimas gotas de pecado. La volvió a vestir con la misma calma y recelo del día anterior.
De nuevo el rosario y después al cuarto del día anterior, ahí estaba él sentado de espaldas, se levantó y dejó ver su cuerpo. Sólo usando una cadena de la cual colgaba un crucifijo. Ella en acción refleja, des desvistió y caminó a la tina. Se metió al agua helada en la cual vaciaría el fuego del infierno. Ahora con un puñado de varas en las manos la fue azotando y veía como escurrían los riachuelos rojos por la espalda, los brazos y las piernas. El sacerdote se acercó a ella y juntando su cuerpo la comenzó a limpiar con sus manos mojadas, recorriendo todos los valles ensangrentados y remojados con lágrimas. Cuando llegó a las montañas, hizo una pequeña escala y la giró para quedar de frente a ella. Pegó sus labios a la boca de pecado y bajó succionando cada gota o rastro de humedad que encontraba en su camino.
El tercer día, así como lo indican las escrituras es el más santo, el día de la resurrección. Esa vez tuvo que rezar dos veces lo acordado. Ya en la tina sólo vio un látigo y una corona de espinas. Las tomó y sumergió las cicatrices en el agua salada y caliente. Después entró el sacerdote, le puso la corona y echó mano del látigo. Sacaba y metía con fuerza las púas de la piel. Hasta ver a las cicatrices inmóviles debajo del agua. Tomó el cuerpo lánguido y lo recostó en un tapete. Él se quitó los hábitos y se quedó sólo con el crucifijo. Vivió todo el líquido de pecado y muerte para después poder depositar licosa vida blanca y santa en ella.
A mitad del proceso entró Diego a presenciar la absolución de los pecados. Miró los dos cuerpos desnudos sobre el tapete, y lleno de coraje arrancó el crucifijo del cuello. Y comenzó con un exorcismo más rápido y certero. La penitencia más correcta era morir frente a la cruz. Dejando que la plata rígida se clavara un sinfín de veces sacando la sangre por goteo hasta dejar vacíos los cuerpos herejes. 

jueves, 13 de mayo de 2010

La grandiosa amistad

Paula tenía la mirada perfecta, ella lo sabía y la presumía con su sonrisa coqueta y desinhibida, esa que por los últimos meses le había mostrado a Flavio, esa sonrisa con la que lo sedujo y cómodamente lo llevó a su lado. Y lo acompañaba campaneando por los pasillos, como siempre, dejando una estela de miradas libidinosas o de rencor a las que Flavio temía y se evitaba confrontar por miedo a enfrentamientos verbales o peor aún, físicos.
 Flavio por otro lado no era más que un personaje cualquiera, tímido, reservado y sin nada más que ofrecer que sus sentimientos sinceros y francos. No era el hombre bien parecido ni mucho menos el gran seductor. Sólo era aquel afortunado que logró tener una relación con la mujer más deseada de la generación.
Y es que en realidad fue Carlos, el mejor amigo de Flavio, quien se imaginó primero acariciando con sus manos los senos perfectamente redondos, jalando a Paula desde la espalda baja, perfectamente curveada, pegando el vientre esbelto y terso con fuerza a su entre pierna, oliendo el cabello de jojoba y sobre todo poseedor de la mirada perfecta. Y también quien estúpidamente los presentó. Pues pensaba que entre semejante pelmazo como Flavio y su amada Paula no habría peligro para él.
Mientras Flavio y Paula salían a los parques de la cuidad, los centros comerciales y a los cines Carlos no hacía más que tolerar su dolorosa y decepcionante derrota ante la amistad. Incluso se llagó a conformar con el acostumbrado raid que le daba a Paula en ocasiones para ver a Flavio cuando salían juntos. Entonces podía ocupar el tiempo para reírse junto con ella y disfrutar el vapor de lo que hubiera sido su victoria.
Un día los tres salieron a acampar por un fin de semana junto con una acompañante que bien podría hacer competencia con Paula. En el viaje las cosas fueron de total provecho para Carlos, pues Flavio parecía haber mordido el anzuelo que sin saber se había puesto. Las cosas entre la pareja no funcionaron de todo bien e incluso se tornaron ásperas.
Ya en la noche, cuando las cosas perecían estar en calma  y la relación había recuperado algo de estabilidad la amiga de Carlos decidió salir por algo de leña, pues quería una fogata típica, con cantos, guitarra, pláticas profundas, chistes, unos buenos cigarrillos y alcohol. Flavio tomó la decisión de acompañarla mientras que Carlos se terminaba de bañar y Paula despertaba. Entonces salieron Flavio y Martha por la leña.
Carlos salió sólo con la toalla encima, mojado y tiritando por el frio. Tomó sus cosas y regresó al baño para cambiarse solo y no en frente de la dormida Paula. Cuando estaba cerrando la puerta algo la atascó, y cuando se fijó no era más que el cuerpo de Paula.
-¿Por qué no te cambias en el cuarto? Ahí estoy yo. –Calló por tres segundos- Tal vez te pueda ayudar en algo, ¿No crees? No me digas que prefieres a esa pendeja que a mí, se que lo haces para darme celos.
Carlos sólo intentó hablar sin tartamudear, pero las manos de Paula fueron más hábiles que él. Para cuando se dio cuenta sus caras estaban frente a frente, separados por los dos milímetros que la amistad y los pasos de Carlos agrandaron a más de un metro.
Ella tomó la mano velluda y la puso en su pecho, tomó la otra y la colocó en el comprometedor y tentador espacio entre la nalga y la cadera. Sonreía con la misma perversión que la hacía morderse el labio, y se pegó con deseo a él. Carlos la aventó, cerró la puerta y se quedó dentro del baño hasta que escuchó las otras dos voces que faltaban en la cabaña.
Comenzó la fogata y no se mencionó nada sobre el tema. Flavio y Paula de un lado, y del otro Martha y Carlos. En medio las pláticas, las risas, las salchichas, los bombones y el fuego.
Paula entró a la cabaña por una botella más y Carlos la acompañó para ayudarle con una bolsa de hielos. Paula tomó la botella y Carlos dejó lo hilos al lado para tomar el vientre, le dio un beso en el cuello y ella le contestó con un grito de auxilio y desesperación.
Flavio empuñando la varilla metálica donde cocía los bombones entró al cuartó y de tajo, sin pensarlo por un solo instante hizo lo mismo con Carlos que con los bombones. Lo dejó travesado en la varilla y listo para asarse a fugo lento sobre las brazas rojas.

viernes, 7 de mayo de 2010

Wrong Way

Te vi aquel día mientras apoyabas en la campaña de mi hermana. Me pareciste alguien muy linda, tanto que no te podía hacer aquello que acostumbraba en esos tiempos. No eras merecedora de mis ideas y acciones perversas. Aparte de todo eras un delito, el mejor que podría cometer. Pero decidí seguí adelante y dejar juzgados denuncias y demás para otra ocasión. Mejor desahogué esas ideas y acciones en otra persona, mientras el tiempo se encargaría de quitar ese sello delictivo de tu cara y de tu cuerpo.
                Siempre he contando los días, minutos y segundos para que de la noche a la madrugada eso sucediera. Y tiempo antes de que la fecha se cumpliera comencé con mi asedio, sólo se trata de un juego más, una apuesta segura que cobraré en poco tiempo. Salimos unas cuantas veces y todo ya está asegurado. Tú cantando tus canciones pop y pasándome tu micrófono imaginario en los coros. Yo sólo seguía manejando para cumplir el contrato previo. 
Ya veo la victoria frente a mis ojos, yo soy gobernante de tus ideas y seguramente proveedor de tu insomnio. Aunque pongas como escusa el café que nos tomamos por la tarde, cuando no hice más que ignorarte a ratos y mirar por la ventana del café mientras tú me cuestionabas y respondía con el menor número de sílabas posible. Porque ese aire lo necesitaría para los besos posteriores antes de llegar a tu casa. Y en el camino tomaste mi teléfono y comenzaste a ver las fotos. Te reíste de mí y alagaste a mi familia. De pronto se acabó la batería y al tren se le ocurrió cursarse en el camino. Era el momento perfecto para atacar y sentí que lo perdías, sin embargo busqué dejarte con el deseo y quedarme con el mío.
Dejé que un poco más de tiempo terminara de borrar tu antigua relación y después te vería nuevamente, según mis cálculos, sería el día apropiado para knockear, quedarme pegado como sanguijuela a tus pensamientos y robar vía wifi todo tu tiempo. Me acerqué premeditadamente a ti, pero antes tenía que enfriar mi mente y olvidarme un poco de ti. Llegué de nuevo a verte, pasamos un rato juntos, tú entre mis brazos y yo recibiendo esos dos besos en mi cuello. Ese fue el momento justo, incluso parecía que los planetas se habían alineado, pero preferí esperar y dejar que te entregaras.
Llegué a mi casa, y me senté a ver la tele, tranquilo y seguro de que nuestro cariño se consumaría la siguiente vez que te vea. Ya pasaron más de diez meses y tú estás con él, lejos de mí consiguiendo una muy estúpida imitación de lo que pudiste tener. Dices que lo amas para atar mi espíritu de pies y manos, dejando todo en mi ilusa imaginación.   

sábado, 24 de abril de 2010

Híbrido

Desde su cama invoco a sueño, clamó su presencia y permanencia por horas para que el tiempo sea menos o cuando menos pasé en inconsciencia, pero estas ansias no hacen más que molestar y postergar la espera. Desde su cama no hacía más que ver el segundero continuar con el ciclo sin fin, acomodar la oreja sobre la almohada y poner la cara hacia el espejo, pensar en mil y una ideas de cómo comenzar la conversación, en como invitarte a que tú la iniciaras para que no fuera él quien se viera desesperado por saber lo evidente, mientras pedía los sabios consejos a la almohada, de vez en cuando se levantaba de la cama para caminar y pensar más libre, tallándose el mentón y la nuca, torciendo la barbilla, mirando como las preguntas del monólogo salían del plafón para que las contestara la loseta, robaba el diálogo del viento para escribirlo en su frente. Algo contradictorio si lo que quería entonces era sólo dormir para poder verte mañana, hablar contigo de todo esto que siente y que no le deja seguir así, te necesita en este momento junto a él.
Hoy es el día, eso lo supo desde ayer, incluso desde antes desde que esto comenzara. Lo reafirmó el día que te fue a ver a tu casa con la esperanza absurda de tocar el tema, ese que parece ser un tabú, con ganas de hacer preguntas con las respuestas conocidas de antemano. Desde aquel momento en que le diste esperanza de terminar con esta etapa indecisa. De ser algo diferente para ti.
Eso le dio energía y ganas de salir corriendo de su hogar, de subir al carro, arrancar y correrlo a toda velocidad, romper leyes de tránsito, acelerar a todo lo que el motor tenía que ofrecer. Las ganas de verte eran infinitas, inexplicables, por fin hoy se daría la oportunidad para la vida deseada, aquella que tanto anheló, que tanto buscó por este tiempo, y eso le hace feliz. Solo espera estar parado de frente a la reja cobriza que protege tu hogar y entonces iniciar el monólogo que pronto interrumpirás para decir lo que él quiere oír. Para decir que ya no lo amas como lo llegaste a hacer y que todo terminó.

miércoles, 14 de abril de 2010

Mi figura obscura.


El cuarto estaba obscuro, no había ruido, todo era homogéneo, todo negro y callado. Entre el silencio y la penumbra ocupaban todo tiempo y espacio existente, sólo quedaba el lugar para algunos pensamientos. Pero llegó un pequeño desafío y salieron las primeras palabras de una conversación decidida y premeditada.
-María, ya estoy cansado, no sé qué hacer, las deudas cada día son peores, el trabajo cada vez es más aburrido, más rutinario, más normal. Ya estoy tan acostumbrado y tan experimentado que las perfección no me asombra. Y para colmo ya hemos convertido nuestro matrimonio en la rutina más aburrida y tediosa que conozcamos.
En verdad ya no sentimos más que costumbre entre ambos. Incluso, de cierta forma creo que te odio. Y creo, en serio, que fue el peor error de mi vida ser el hombre fiel y perfecto amante sólo para ti. Tenía, tanto que dar y para tantas, pero fui mezquino, avaro y lo peor, enamorado.
 De hecho sé que de la misma manera tú me odias, sé de tus relaciones vanas con aquel que ni siquiera quiero mencionar y las que llegaste a tener con Felipe, pero en ese entonces te amaba, o al menos eso era lo que pensé. Sé que lo hiciste por mera venganza, porque nunca te cumplí mis promesas y porque siempre fallé al intentar tener un matrimonio feliz. Sé que ya no quieres saber de mí y qué harías lo posible por matarme, y que no lo haces sólo por miedo y compasión.
Te tengo una pequeña propuesta: Te daré de antemano el perdón por matarme, si necesitas algo de dinero para pagarle a algún matón o algo por el estilo, pídelo. Sólo te pido una cosa. No me digas cuando será y que sea de una forma fácil y rápida. No quiero sufrir. Así mato dos pájaros de un tiro: tendré la muerte rápida y sin dolor que todo mundo quiere y de paso me deshago de toda esta podredumbre y maraña de sentimientos asquerosos que tengo. ¿Qué te parece?
-¿Estás loco o  qué te pasa?, ¿cómo crees que te voy a hacer eso? Sí acepto todo eso de las infidelidades, y que de cierta manera ya no te amo. Incluso también te doy la razón, en parte, con eso del odio. Pero eso se puede arreglar con un divorcio, sólo sería cuestión de firmar unos cuantos papeles. Hasta sería rápido y barato si lo hacemos de forma voluntaria. Es una mejor opción, ¿no crees?
-De cierta manera, pero, ¿y lo segundo qué? Ya te dije que estoy fastidiado de todo esto, odio mi forma de vivir, debo mucho, a la mujer que creo o creí amar ya no le parezco alguien amable.
Sólo me quedo aquí por Fanny, aunque no lo creas, cuando escucho su vocecita tan tierna por la bocina del teléfono pidiéndome sus dulces o algo para hacer la tarea me enternece y si llego a tener ganas de matarme refuerza mi cobardía y me quita las ganas de hacerlo.
Por eso te pido que lo hagas tú. Así será lago seguro, no me acobardaré y no me sentiré culpable de suicidarme. Y llegaré al paraíso, bueno… Si es que en realidad existe, porque te lo juro… Ya ni siguiera creo en Dios, el paraíso y todas esas cosas. Y tú no te vas a sentir mal. Imagina que soy como un animal moribundo o algo peor, porque así me siento. Lo único que tienes que hacer, por humanidad, es matarme. Digamos que de tu lado lo puedes tomar como un suicidio asistido, por así llamarlo, una clase de eutanasia fuera del hospital.
-¡No! Para nada, no soy capaz de hacer eso, por mucho que te odie, por mucho que tenga ganas de estar sola o de reiniciar mi vida. No dejaría de ser un asesinato. Y eso es malo, y los malos, lo asesinos se van al infiero y a la cárcel. No voy a arriesgar mi pedacito de cielo y lo que me queda de vida libre por un capricho tuyo. Que ya muchos he tenido que cumplirte. Desde el simple hecho de casarnos.
Tú siempre de una forma muy discreta siempre has sido el gobernante de nuestras vidas, hasta ahora caigo en cuanta de que tu actitud sumisa y abnegada con la que sueles comportarte sólo es una forma ridículamente cruel de ser manipulador, usas la culpa siempre a favor tuyo. Y sí sigo así, si te sigo cumpliendo tus caprichos terminarás tu vida venciéndome. Dejarás el campo de juego con la victoria, obligándome a meterme un “autogol”. Ya párale a tus loqueras y a tus formas de hacerte es sufrido para que caiga en tus juegos mentales. ¡Ya se acabó!
-Mira: en caso de que no lo hagas te seguiré gobernando, seguirás cumpliendo todos mis deseos, y cada vez de manera más consciente y denigrante. Te propongo una cosa: Mátame de una vez, te despides de esta vida de infiero que dices tener y de paso… Para que veas que te concedo el triunfo, hago un testamento, te dejo todo a ti. Me olvido de toda mi familia. Y de bono, de regalo de despedida, pues. Me aseguro y cobras el seguro. Es fácil. Tienes tantas opciones. Quitarle los frenos al carro, un matón, veneno, un accidente en un viaje… hay muchas cosas y más para ti que eres tan imaginativa.
Velo como tu firma de despedida, hazlo con todo el odio que me tienes, para no verme y todo el amor que alguna vez me llegaste a tener, para reafirmar que alguna vez me quisiste.
-… hablamos luego…
Se dieron giraron ambos, y quedaron de espaldas, para esperar la mañana. Los dos se durmieron tranquilos. Él tenía que trabajar al día siguiente y ella tenía que llevar a la niña a la escuela, ya después, si le daba algo de tiempo y los horarios o deseos se acoplaban vería al amante.
-Bueno… Está bien. Sólo porque te quiero y porque estoy cansada de ti.
-Ok, me parece bien, al rato te paso a dar algo de dinero, por si quieres recurrir a terceros.
Salió al trabajo, algo apresurado, pero ya con la tranquilidad de que no faltaba mucho para morir, sería cuestión de días o semanas, a lo mucho, uno o dos meses. Así fueron algunos días, caminaba por las calles, por los pasillos y plazas mirando a la gente con la alegre esperanza de que alguno de todos aquellos extraños y conocidos cumpliera su temido deseo de muerte. Miraba su carro, esperando que tuviera fallas mortales, no deseaba ver en que situaciones se encontraba. Pero varias veces la curiosidad le ganó y al revisar el carro lo único que encontraba era la desilusión que unos minutos más de vida.
Ella por su parte revisaba alternativas, cotizaba remedios caseros y profesionales para una muerte rápida y segura, sin dejar rastro. Cuando veía una buena alternativa, la indecisión, la humanidad y la religión le quitaban todas sus intenciones de cumplir con su promesa y se engañaba a ella misma con la falsa ilusión de una muerte mejor y mucho más barata.
Pensó incluso en un pequeño desliz en algún paseo por una vereda escarpada, dejarlo encerrado en la casa de madrugada con las llaves del gas abiertas, algún brebaje o químico barato, tal vez un somnífero, un pinchazo sidoso, tal vez no tenía que preocuparse, para como están las cosas, seguro un terremoto llegará en poco tiempo, derrumbaría el edifico y así de fácil, limpio y natural se quedaría con todo. De cierta forma la economía familia no estaba para invertir tanto dinero en una muerte rápida y sin dolor.
-María, ¿qué pasó? Ya va más de mes y medio y mira… Sigo aquí. De verdad no se qué te pasa, me estás fallando, o es que entendiste mal y en vez de matarme por amor y odio me dejas vivo por las mismas causas. Ya me estoy cansando, te doy una semana. Si al terminar la semana sigo vivo le pido a alguien más que haga el favor. Y te quedarás con las ganas de haber sido tú quien me contara los días.
-Está bien, sólo dame semana y media, es que metí el dinero a una tanda y ya casi me lo regresan.
-Muy bien, te doy dos semanas, pero de hoy en quince días, te juro que ya no me ves de pie.
Buscaron la mejor opción, cada quien por su parte. Él contactó a un amigo de hacía varios años al cual chantajeó y enredó para que lo matar a las dos semanas. Mientras ella confirmaba si las cotizaciones de muerte feliz y rápida seguían en pie.
Al final todo estuvo perfectamente controlado, el seguro ya era viable, el trámite del testamento ya estaba finalizado y todo a punto para terminar. Llegó la fecha a cumplirse en aquel contrato verbal. Según el acuerdo con el amigo, de no estar muerto en la noche de ese día, se vería al siguiente fin de semana y entonces entre los dos finalizarían con una afectuosa despedida, un par ce cervezas, dos bellas mujeres de la comunidad, un juego ajedrez y un muy amistoso tiro de gracia justo después del jaque mate.
El despertador no sonó, al parecer quien lo mataría sería su jefe por llegar tarde. Él se despertó salió corriendo de la casa, sólo tomó su café de diario, se subió al carro, y todo seguía con el aburrido y rutinario suspenso por saber el fin de su cuento de vida. Tomó la autopista como todos los días a las 6:30am para no pelear con el tráfico y a la mitad del trayecto los telones se cerraron y las luces se apagaron....
El cuento se quedó en puntos suspensivos, teniendo como música de fondo el crujir de la chatarra, al compás de las percusiones metálicas a través del desfiladero.
…poco después unas luces blancas y cegadoras apuntando a los ojos, tal cual describen la entrada al paraíso. Pero no, sólo se trataba de las lámparas del hospital, el olor extraño era el de los medicamentos y la tranquilidad del lugar sólo era efecto de los analgésicos que consumió para mitigar el dolor de los múltiples traumas. Y el hombre que estaba junto a él no era ningún dios, sólo era Manuel, esperando a que respondiera para ver que procedía.
-Manuel, creo que no vamos a jugar ajedrez este fin, ¿verdad? Ya será cuando salga de aquí, bueno eso si María no cumple con lo que dejó pendiente.
-Jajaja. ¡Claro! Mientras despreocúpate de eso, por el momento eso es cosa de ella. Y en parte de su amante. Deja que ellos se ocupen de eso. Bueno. Me voy, que Fanny quiere pasar a verte. Ella es la única persona que me preocupa, te quiere mucho y le va a doler mucho verte muerto, pero en fin. Tú así lo quieres y así se hará.
La niña entró al cuarto, paso a paso, delicada y temerosamente se asomaba con sus ojitos de espanto. Cuando por fin llegó al pie de la cama rompió en llanto.
-¡Papi! Qué bueno que no te pasó nada, el doctor me dijo que te vas a curar y que si soy valiente y no lloro mucho me vas a comprar un perrito. Pero estoy triste porque Manuel me dijo que lo que pasa es que tú te quieres morir.
Pero no le creo, porque tú me quieres y no me vas a dejar sola. Me dijo que te quieres ir de aquí porque estás cansado de todo y qué prefieres estar con los angelitos, y que desde allá me vas a cuidar a mí y a mi mamá. Aunque sé que tú ya no crees en todo. No importa que me compres mi perrito, si quieres guarda el dinero. La verdad es que yo quiero que tú te quedes aquí.
-Mira Fanny, te voy a hablar como gente grande. Yo no te puedo prometer nada y no te voy a decir nada, tú ya estás grande, tienes 9 años y aunque la gente todavía te considere una niña yo se que ya no lo eres, se que te das cuenta de todo, que sabes que tu mamá tiene otro novio y que ya no nos queremos como antes.
Quiero que entiendas como me siento y que si me llega a pasar algo, sea o no por mi deseo de morir no me odies por dejarte sola, no te voy a desamparar, tu mamá va a tener un dinero que te pertenece en caso de que muera. Lo vas a poder usar dentro de nueve años.
Quiero que te portes bien. Y si llego a salir de aquí cuenta con tu perro y todo eso. Aunque la verdad ya estoy cansado de esto.
Me siento más o menos como cuando estas todo el día en clase de matemáticas y no ves llegar el recreo. Para mí, esta vida es como tu clase de matemáticas y morirme como el recreo. Pero si me quedo en la clase de matemáticas voy a aprender más y disfrutaré más mi recreo. Si llega la hora de recreo antes por mí mejor. ¿Lo entiendes?
La niña con lágrimas colgando de los cachetes sólo miró un vaso de agua que había sobre el buró, tomó unos cuantos tragos, hasta terminárselo y salió. Una hora después llegó el doctor al cuarto y le informó que Fanny había muerto por envenenamiento.
<<María, te escribo porque no tengo ganas de verte, te pido perdón por hacer que estés en esta situación, se que fue mi culpa la muerte de Fanny, se que de no haber sido por mi tonto capricho de morir, por mis chantajes y cosas así no estaríamos así. Qué Fanny seguiría con nosotros y tú aun tendrías tus encuentros con Manuel.
Siendo sincero he de confesar que hoy tengo más miedo y ganas  de morir que nunca antes. Que sigo en este estado aletargado, que perdí mi alma y sobre todo que te sigo amando con ese odio picosito.
Ya no se que más escribir, sólo me queda prometerme que moriré un día de estos. Esperemos que sea pronto.
Con todo el Amor y rencor que aun te tengo… Alfredo>> 

domingo, 4 de abril de 2010

Traición propia.

Cansado del paisaje desértico, de caminar solo, arrastrando los pies, raspándolos entre las gravillas calientes, ramas secas y uno que otro insecto miró al cielo, tan opaco y quieto como el suelo rojizo que tenía debajo, y recordó que aun faltaba mucho más camino por andar, entrecerró el ojo derecho, se limpió la tierra de los labios y siguió. Tres horas y algunos momentos después el cansancio tomó posesión de su cuerpo y sólo le quedó como remedio tirarse en la sombra más cercana y dormir o dormitar cuando menos. Al abrir los ojos de nuevo, volvió a ver el cielo que ahora hacía combinación perfecta con el suelo y el cadáver casi putrefacto que yacía a si izquierda con el tiro de gracia y el vientre tasajeado.
Espantado y desesperado buscó su arma a su alrededor, entre sus pendas y sobre la roca balaceada. La tomó de la cacha firme y decididamente apuntando a todos lados, maldiciendo en medio de la nada. Soltó tres tiros, uno a cada lado y otro hacia atrás del camino. Y siguió andando con la misma dirección y rapidez, porque era el máximo que su cuerpo le permitía. Ahora fue la noche quien le impidió seguir su camino, pero él seguro de que alguien se seguía con algún propósito incierto se adentró en una pequeña caverna y dejó una trampa a la entrada de la cueva sólo para notar cuando ese alguien se acercara no más de lo que él calculaba prudente para poder reaccionar y defenderse en caso de ser necesario. Se recostó de nuevo para dormir, seguro al menos que esta noche notaría cuando alguien se acercara, fuera para bien o para mal. Al entrar la presencia destellante y sigilosa del sol por las hendiduras de sus párpados cubiertos de lagañas y arcilla notó sorprendido que la trampa estaba desarmada, que había algo de alimento a su lado, las brazas aun estaban calientes y habían usado su pistola para cazar el conejo que estaba a medio comer. Asustado salió de su refugio inútil y corrió con la pistola en una mano y su cuchillo en la otra, buscando al acompañante molesto e inoportuno que le asechaba. Pero igual que la vez pasada no logró más que un tremendo cansancio y tuvo que buscar algo de agua para calmar la sed. Una media hora adelante vio un pequeño poblado tímido al lado de un riachuelo.
Llegó a la primera casa del lugar y preguntó si alguien aparte de él había pasado por ahí. El anciano no le respondió, para contestar eso tenía que haber un pago previo. Él buscó entré sus cosas y le dio un viejo reloj de oro a cambio de la respuesta, algo de comida y hospedaje seguro. La respuesta fue un "no", de comida un par de tunas frescas, una pieza de carne de algún animal de la región y vaso de agua, para dormir estaba un cuarto vacío desde hacía ya varios años. Por la noche, ya harto de todas las molestias y de la incertidumbre se encerró en el cuarto donde pasaría la noche, vio de reojo el reloj que había pagado inútilmente por la respuesta y un par de monedas sobre una débil mesa de madera. Mientras se desvestía pensó en salir corriendo del lugar con el reloj y el dinero en la mano, algo fácil para un ladrón y asesino prófugo con su experiencia. Pero prefirió seguir disimulando bondad e inocencia para pasar una noche segura. Ya faltaba poco para llegar a su destino, era mejor dejar eso para luego y sólo asegurarse de ahora si matar al molesto acompañante, después se encargaría del anciano para recuperar sus cosa y un poco más. Porque ese era su negocio. Dejó su cuchillo en el marco de la puerta con la punta hacia abajo y la pistola apuntando a donde estaría el pecho de quien abriera la puerta, así serían dos ataques certeros y letales que matarían al primero que abriera la puerta. Se acostó en la cama y cerró los ojos aun con la idea de hurtar el reloj y las monedas.
Por la noche un estallido matizó el sonido de los grillos, el anciano asustado se despertó y se acercó con una vela insignificante que apenas dejaba ver entre las penumbras del peligro inminente de la noche. Caminó con  sigilo y precaución al cuarto de su huésped, parado justo en la puerta volteó su mirada a la mesa enclenque de madera donde había dejado sus cosas y esta estaba vacía, no estaba el reloj ni las monedas, sólo estaba recostado justo a sus pies el cadáver rojo del inquilino con un cuchillo clavado en la cabeza, un tiro en el pecho y las monedas en la mano.