El cuarto estaba obscuro, no había ruido, todo era homogéneo, todo negro y callado. Entre el silencio y la penumbra ocupaban todo tiempo y espacio existente, sólo quedaba el lugar para algunos pensamientos. Pero llegó un pequeño desafío y salieron las primeras palabras de una conversación decidida y premeditada.
-María, ya estoy cansado, no sé qué hacer, las deudas cada día son peores, el trabajo cada vez es más aburrido, más rutinario, más normal. Ya estoy tan acostumbrado y tan experimentado que las perfección no me asombra. Y para colmo ya hemos convertido nuestro matrimonio en la rutina más aburrida y tediosa que conozcamos.
En verdad ya no sentimos más que costumbre entre ambos. Incluso, de cierta forma creo que te odio. Y creo, en serio, que fue el peor error de mi vida ser el hombre fiel y perfecto amante sólo para ti. Tenía, tanto que dar y para tantas, pero fui mezquino, avaro y lo peor, enamorado.
De hecho sé que de la misma manera tú me odias, sé de tus relaciones vanas con aquel que ni siquiera quiero mencionar y las que llegaste a tener con Felipe, pero en ese entonces te amaba, o al menos eso era lo que pensé. Sé que lo hiciste por mera venganza, porque nunca te cumplí mis promesas y porque siempre fallé al intentar tener un matrimonio feliz. Sé que ya no quieres saber de mí y qué harías lo posible por matarme, y que no lo haces sólo por miedo y compasión.
Te tengo una pequeña propuesta: Te daré de antemano el perdón por matarme, si necesitas algo de dinero para pagarle a algún matón o algo por el estilo, pídelo. Sólo te pido una cosa. No me digas cuando será y que sea de una forma fácil y rápida. No quiero sufrir. Así mato dos pájaros de un tiro: tendré la muerte rápida y sin dolor que todo mundo quiere y de paso me deshago de toda esta podredumbre y maraña de sentimientos asquerosos que tengo. ¿Qué te parece?
-¿Estás loco o qué te pasa?, ¿cómo crees que te voy a hacer eso? Sí acepto todo eso de las infidelidades, y que de cierta manera ya no te amo. Incluso también te doy la razón, en parte, con eso del odio. Pero eso se puede arreglar con un divorcio, sólo sería cuestión de firmar unos cuantos papeles. Hasta sería rápido y barato si lo hacemos de forma voluntaria. Es una mejor opción, ¿no crees?
-De cierta manera, pero, ¿y lo segundo qué? Ya te dije que estoy fastidiado de todo esto, odio mi forma de vivir, debo mucho, a la mujer que creo o creí amar ya no le parezco alguien amable.
Sólo me quedo aquí por Fanny, aunque no lo creas, cuando escucho su vocecita tan tierna por la bocina del teléfono pidiéndome sus dulces o algo para hacer la tarea me enternece y si llego a tener ganas de matarme refuerza mi cobardía y me quita las ganas de hacerlo.
Por eso te pido que lo hagas tú. Así será lago seguro, no me acobardaré y no me sentiré culpable de suicidarme. Y llegaré al paraíso, bueno… Si es que en realidad existe, porque te lo juro… Ya ni siguiera creo en Dios, el paraíso y todas esas cosas. Y tú no te vas a sentir mal. Imagina que soy como un animal moribundo o algo peor, porque así me siento. Lo único que tienes que hacer, por humanidad, es matarme. Digamos que de tu lado lo puedes tomar como un suicidio asistido, por así llamarlo, una clase de eutanasia fuera del hospital.
-¡No! Para nada, no soy capaz de hacer eso, por mucho que te odie, por mucho que tenga ganas de estar sola o de reiniciar mi vida. No dejaría de ser un asesinato. Y eso es malo, y los malos, lo asesinos se van al infiero y a la cárcel. No voy a arriesgar mi pedacito de cielo y lo que me queda de vida libre por un capricho tuyo. Que ya muchos he tenido que cumplirte. Desde el simple hecho de casarnos.
Tú siempre de una forma muy discreta siempre has sido el gobernante de nuestras vidas, hasta ahora caigo en cuanta de que tu actitud sumisa y abnegada con la que sueles comportarte sólo es una forma ridículamente cruel de ser manipulador, usas la culpa siempre a favor tuyo. Y sí sigo así, si te sigo cumpliendo tus caprichos terminarás tu vida venciéndome. Dejarás el campo de juego con la victoria, obligándome a meterme un “autogol”. Ya párale a tus loqueras y a tus formas de hacerte es sufrido para que caiga en tus juegos mentales. ¡Ya se acabó!
-Mira: en caso de que no lo hagas te seguiré gobernando, seguirás cumpliendo todos mis deseos, y cada vez de manera más consciente y denigrante. Te propongo una cosa: Mátame de una vez, te despides de esta vida de infiero que dices tener y de paso… Para que veas que te concedo el triunfo, hago un testamento, te dejo todo a ti. Me olvido de toda mi familia. Y de bono, de regalo de despedida, pues. Me aseguro y cobras el seguro. Es fácil. Tienes tantas opciones. Quitarle los frenos al carro, un matón, veneno, un accidente en un viaje… hay muchas cosas y más para ti que eres tan imaginativa.
Velo como tu firma de despedida, hazlo con todo el odio que me tienes, para no verme y todo el amor que alguna vez me llegaste a tener, para reafirmar que alguna vez me quisiste.
-… hablamos luego…
Se dieron giraron ambos, y quedaron de espaldas, para esperar la mañana. Los dos se durmieron tranquilos. Él tenía que trabajar al día siguiente y ella tenía que llevar a la niña a la escuela, ya después, si le daba algo de tiempo y los horarios o deseos se acoplaban vería al amante.
-Bueno… Está bien. Sólo porque te quiero y porque estoy cansada de ti.
-Ok, me parece bien, al rato te paso a dar algo de dinero, por si quieres recurrir a terceros.
Salió al trabajo, algo apresurado, pero ya con la tranquilidad de que no faltaba mucho para morir, sería cuestión de días o semanas, a lo mucho, uno o dos meses. Así fueron algunos días, caminaba por las calles, por los pasillos y plazas mirando a la gente con la alegre esperanza de que alguno de todos aquellos extraños y conocidos cumpliera su temido deseo de muerte. Miraba su carro, esperando que tuviera fallas mortales, no deseaba ver en que situaciones se encontraba. Pero varias veces la curiosidad le ganó y al revisar el carro lo único que encontraba era la desilusión que unos minutos más de vida.
Ella por su parte revisaba alternativas, cotizaba remedios caseros y profesionales para una muerte rápida y segura, sin dejar rastro. Cuando veía una buena alternativa, la indecisión, la humanidad y la religión le quitaban todas sus intenciones de cumplir con su promesa y se engañaba a ella misma con la falsa ilusión de una muerte mejor y mucho más barata.
Pensó incluso en un pequeño desliz en algún paseo por una vereda escarpada, dejarlo encerrado en la casa de madrugada con las llaves del gas abiertas, algún brebaje o químico barato, tal vez un somnífero, un pinchazo sidoso, tal vez no tenía que preocuparse, para como están las cosas, seguro un terremoto llegará en poco tiempo, derrumbaría el edifico y así de fácil, limpio y natural se quedaría con todo. De cierta forma la economía familia no estaba para invertir tanto dinero en una muerte rápida y sin dolor.
-María, ¿qué pasó? Ya va más de mes y medio y mira… Sigo aquí. De verdad no se qué te pasa, me estás fallando, o es que entendiste mal y en vez de matarme por amor y odio me dejas vivo por las mismas causas. Ya me estoy cansando, te doy una semana. Si al terminar la semana sigo vivo le pido a alguien más que haga el favor. Y te quedarás con las ganas de haber sido tú quien me contara los días.
-Está bien, sólo dame semana y media, es que metí el dinero a una tanda y ya casi me lo regresan.
-Muy bien, te doy dos semanas, pero de hoy en quince días, te juro que ya no me ves de pie.
Buscaron la mejor opción, cada quien por su parte. Él contactó a un amigo de hacía varios años al cual chantajeó y enredó para que lo matar a las dos semanas. Mientras ella confirmaba si las cotizaciones de muerte feliz y rápida seguían en pie.
Al final todo estuvo perfectamente controlado, el seguro ya era viable, el trámite del testamento ya estaba finalizado y todo a punto para terminar. Llegó la fecha a cumplirse en aquel contrato verbal. Según el acuerdo con el amigo, de no estar muerto en la noche de ese día, se vería al siguiente fin de semana y entonces entre los dos finalizarían con una afectuosa despedida, un par ce cervezas, dos bellas mujeres de la comunidad, un juego ajedrez y un muy amistoso tiro de gracia justo después del jaque mate.
El despertador no sonó, al parecer quien lo mataría sería su jefe por llegar tarde. Él se despertó salió corriendo de la casa, sólo tomó su café de diario, se subió al carro, y todo seguía con el aburrido y rutinario suspenso por saber el fin de su cuento de vida. Tomó la autopista como todos los días a las 6:30am para no pelear con el tráfico y a la mitad del trayecto los telones se cerraron y las luces se apagaron....
El cuento se quedó en puntos suspensivos, teniendo como música de fondo el crujir de la chatarra, al compás de las percusiones metálicas a través del desfiladero.
…poco después unas luces blancas y cegadoras apuntando a los ojos, tal cual describen la entrada al paraíso. Pero no, sólo se trataba de las lámparas del hospital, el olor extraño era el de los medicamentos y la tranquilidad del lugar sólo era efecto de los analgésicos que consumió para mitigar el dolor de los múltiples traumas. Y el hombre que estaba junto a él no era ningún dios, sólo era Manuel, esperando a que respondiera para ver que procedía.
-Manuel, creo que no vamos a jugar ajedrez este fin, ¿verdad? Ya será cuando salga de aquí, bueno eso si María no cumple con lo que dejó pendiente.
-Jajaja. ¡Claro! Mientras despreocúpate de eso, por el momento eso es cosa de ella. Y en parte de su amante. Deja que ellos se ocupen de eso. Bueno. Me voy, que Fanny quiere pasar a verte. Ella es la única persona que me preocupa, te quiere mucho y le va a doler mucho verte muerto, pero en fin. Tú así lo quieres y así se hará.
La niña entró al cuarto, paso a paso, delicada y temerosamente se asomaba con sus ojitos de espanto. Cuando por fin llegó al pie de la cama rompió en llanto.
-¡Papi! Qué bueno que no te pasó nada, el doctor me dijo que te vas a curar y que si soy valiente y no lloro mucho me vas a comprar un perrito. Pero estoy triste porque Manuel me dijo que lo que pasa es que tú te quieres morir.
Pero no le creo, porque tú me quieres y no me vas a dejar sola. Me dijo que te quieres ir de aquí porque estás cansado de todo y qué prefieres estar con los angelitos, y que desde allá me vas a cuidar a mí y a mi mamá. Aunque sé que tú ya no crees en todo. No importa que me compres mi perrito, si quieres guarda el dinero. La verdad es que yo quiero que tú te quedes aquí.
-Mira Fanny, te voy a hablar como gente grande. Yo no te puedo prometer nada y no te voy a decir nada, tú ya estás grande, tienes 9 años y aunque la gente todavía te considere una niña yo se que ya no lo eres, se que te das cuenta de todo, que sabes que tu mamá tiene otro novio y que ya no nos queremos como antes.
Quiero que entiendas como me siento y que si me llega a pasar algo, sea o no por mi deseo de morir no me odies por dejarte sola, no te voy a desamparar, tu mamá va a tener un dinero que te pertenece en caso de que muera. Lo vas a poder usar dentro de nueve años.
Quiero que te portes bien. Y si llego a salir de aquí cuenta con tu perro y todo eso. Aunque la verdad ya estoy cansado de esto.
Me siento más o menos como cuando estas todo el día en clase de matemáticas y no ves llegar el recreo. Para mí, esta vida es como tu clase de matemáticas y morirme como el recreo. Pero si me quedo en la clase de matemáticas voy a aprender más y disfrutaré más mi recreo. Si llega la hora de recreo antes por mí mejor. ¿Lo entiendes?
La niña con lágrimas colgando de los cachetes sólo miró un vaso de agua que había sobre el buró, tomó unos cuantos tragos, hasta terminárselo y salió. Una hora después llegó el doctor al cuarto y le informó que Fanny había muerto por envenenamiento.
<<María, te escribo porque no tengo ganas de verte, te pido perdón por hacer que estés en esta situación, se que fue mi culpa la muerte de Fanny, se que de no haber sido por mi tonto capricho de morir, por mis chantajes y cosas así no estaríamos así. Qué Fanny seguiría con nosotros y tú aun tendrías tus encuentros con Manuel.
Siendo sincero he de confesar que hoy tengo más miedo y ganas de morir que nunca antes. Que sigo en este estado aletargado, que perdí mi alma y sobre todo que te sigo amando con ese odio picosito.
Ya no se que más escribir, sólo me queda prometerme que moriré un día de estos. Esperemos que sea pronto.
Con todo el Amor y rencor que aun te tengo… Alfredo>>