sábado, 24 de abril de 2010

Híbrido

Desde su cama invoco a sueño, clamó su presencia y permanencia por horas para que el tiempo sea menos o cuando menos pasé en inconsciencia, pero estas ansias no hacen más que molestar y postergar la espera. Desde su cama no hacía más que ver el segundero continuar con el ciclo sin fin, acomodar la oreja sobre la almohada y poner la cara hacia el espejo, pensar en mil y una ideas de cómo comenzar la conversación, en como invitarte a que tú la iniciaras para que no fuera él quien se viera desesperado por saber lo evidente, mientras pedía los sabios consejos a la almohada, de vez en cuando se levantaba de la cama para caminar y pensar más libre, tallándose el mentón y la nuca, torciendo la barbilla, mirando como las preguntas del monólogo salían del plafón para que las contestara la loseta, robaba el diálogo del viento para escribirlo en su frente. Algo contradictorio si lo que quería entonces era sólo dormir para poder verte mañana, hablar contigo de todo esto que siente y que no le deja seguir así, te necesita en este momento junto a él.
Hoy es el día, eso lo supo desde ayer, incluso desde antes desde que esto comenzara. Lo reafirmó el día que te fue a ver a tu casa con la esperanza absurda de tocar el tema, ese que parece ser un tabú, con ganas de hacer preguntas con las respuestas conocidas de antemano. Desde aquel momento en que le diste esperanza de terminar con esta etapa indecisa. De ser algo diferente para ti.
Eso le dio energía y ganas de salir corriendo de su hogar, de subir al carro, arrancar y correrlo a toda velocidad, romper leyes de tránsito, acelerar a todo lo que el motor tenía que ofrecer. Las ganas de verte eran infinitas, inexplicables, por fin hoy se daría la oportunidad para la vida deseada, aquella que tanto anheló, que tanto buscó por este tiempo, y eso le hace feliz. Solo espera estar parado de frente a la reja cobriza que protege tu hogar y entonces iniciar el monólogo que pronto interrumpirás para decir lo que él quiere oír. Para decir que ya no lo amas como lo llegaste a hacer y que todo terminó.

miércoles, 14 de abril de 2010

Mi figura obscura.


El cuarto estaba obscuro, no había ruido, todo era homogéneo, todo negro y callado. Entre el silencio y la penumbra ocupaban todo tiempo y espacio existente, sólo quedaba el lugar para algunos pensamientos. Pero llegó un pequeño desafío y salieron las primeras palabras de una conversación decidida y premeditada.
-María, ya estoy cansado, no sé qué hacer, las deudas cada día son peores, el trabajo cada vez es más aburrido, más rutinario, más normal. Ya estoy tan acostumbrado y tan experimentado que las perfección no me asombra. Y para colmo ya hemos convertido nuestro matrimonio en la rutina más aburrida y tediosa que conozcamos.
En verdad ya no sentimos más que costumbre entre ambos. Incluso, de cierta forma creo que te odio. Y creo, en serio, que fue el peor error de mi vida ser el hombre fiel y perfecto amante sólo para ti. Tenía, tanto que dar y para tantas, pero fui mezquino, avaro y lo peor, enamorado.
 De hecho sé que de la misma manera tú me odias, sé de tus relaciones vanas con aquel que ni siquiera quiero mencionar y las que llegaste a tener con Felipe, pero en ese entonces te amaba, o al menos eso era lo que pensé. Sé que lo hiciste por mera venganza, porque nunca te cumplí mis promesas y porque siempre fallé al intentar tener un matrimonio feliz. Sé que ya no quieres saber de mí y qué harías lo posible por matarme, y que no lo haces sólo por miedo y compasión.
Te tengo una pequeña propuesta: Te daré de antemano el perdón por matarme, si necesitas algo de dinero para pagarle a algún matón o algo por el estilo, pídelo. Sólo te pido una cosa. No me digas cuando será y que sea de una forma fácil y rápida. No quiero sufrir. Así mato dos pájaros de un tiro: tendré la muerte rápida y sin dolor que todo mundo quiere y de paso me deshago de toda esta podredumbre y maraña de sentimientos asquerosos que tengo. ¿Qué te parece?
-¿Estás loco o  qué te pasa?, ¿cómo crees que te voy a hacer eso? Sí acepto todo eso de las infidelidades, y que de cierta manera ya no te amo. Incluso también te doy la razón, en parte, con eso del odio. Pero eso se puede arreglar con un divorcio, sólo sería cuestión de firmar unos cuantos papeles. Hasta sería rápido y barato si lo hacemos de forma voluntaria. Es una mejor opción, ¿no crees?
-De cierta manera, pero, ¿y lo segundo qué? Ya te dije que estoy fastidiado de todo esto, odio mi forma de vivir, debo mucho, a la mujer que creo o creí amar ya no le parezco alguien amable.
Sólo me quedo aquí por Fanny, aunque no lo creas, cuando escucho su vocecita tan tierna por la bocina del teléfono pidiéndome sus dulces o algo para hacer la tarea me enternece y si llego a tener ganas de matarme refuerza mi cobardía y me quita las ganas de hacerlo.
Por eso te pido que lo hagas tú. Así será lago seguro, no me acobardaré y no me sentiré culpable de suicidarme. Y llegaré al paraíso, bueno… Si es que en realidad existe, porque te lo juro… Ya ni siguiera creo en Dios, el paraíso y todas esas cosas. Y tú no te vas a sentir mal. Imagina que soy como un animal moribundo o algo peor, porque así me siento. Lo único que tienes que hacer, por humanidad, es matarme. Digamos que de tu lado lo puedes tomar como un suicidio asistido, por así llamarlo, una clase de eutanasia fuera del hospital.
-¡No! Para nada, no soy capaz de hacer eso, por mucho que te odie, por mucho que tenga ganas de estar sola o de reiniciar mi vida. No dejaría de ser un asesinato. Y eso es malo, y los malos, lo asesinos se van al infiero y a la cárcel. No voy a arriesgar mi pedacito de cielo y lo que me queda de vida libre por un capricho tuyo. Que ya muchos he tenido que cumplirte. Desde el simple hecho de casarnos.
Tú siempre de una forma muy discreta siempre has sido el gobernante de nuestras vidas, hasta ahora caigo en cuanta de que tu actitud sumisa y abnegada con la que sueles comportarte sólo es una forma ridículamente cruel de ser manipulador, usas la culpa siempre a favor tuyo. Y sí sigo así, si te sigo cumpliendo tus caprichos terminarás tu vida venciéndome. Dejarás el campo de juego con la victoria, obligándome a meterme un “autogol”. Ya párale a tus loqueras y a tus formas de hacerte es sufrido para que caiga en tus juegos mentales. ¡Ya se acabó!
-Mira: en caso de que no lo hagas te seguiré gobernando, seguirás cumpliendo todos mis deseos, y cada vez de manera más consciente y denigrante. Te propongo una cosa: Mátame de una vez, te despides de esta vida de infiero que dices tener y de paso… Para que veas que te concedo el triunfo, hago un testamento, te dejo todo a ti. Me olvido de toda mi familia. Y de bono, de regalo de despedida, pues. Me aseguro y cobras el seguro. Es fácil. Tienes tantas opciones. Quitarle los frenos al carro, un matón, veneno, un accidente en un viaje… hay muchas cosas y más para ti que eres tan imaginativa.
Velo como tu firma de despedida, hazlo con todo el odio que me tienes, para no verme y todo el amor que alguna vez me llegaste a tener, para reafirmar que alguna vez me quisiste.
-… hablamos luego…
Se dieron giraron ambos, y quedaron de espaldas, para esperar la mañana. Los dos se durmieron tranquilos. Él tenía que trabajar al día siguiente y ella tenía que llevar a la niña a la escuela, ya después, si le daba algo de tiempo y los horarios o deseos se acoplaban vería al amante.
-Bueno… Está bien. Sólo porque te quiero y porque estoy cansada de ti.
-Ok, me parece bien, al rato te paso a dar algo de dinero, por si quieres recurrir a terceros.
Salió al trabajo, algo apresurado, pero ya con la tranquilidad de que no faltaba mucho para morir, sería cuestión de días o semanas, a lo mucho, uno o dos meses. Así fueron algunos días, caminaba por las calles, por los pasillos y plazas mirando a la gente con la alegre esperanza de que alguno de todos aquellos extraños y conocidos cumpliera su temido deseo de muerte. Miraba su carro, esperando que tuviera fallas mortales, no deseaba ver en que situaciones se encontraba. Pero varias veces la curiosidad le ganó y al revisar el carro lo único que encontraba era la desilusión que unos minutos más de vida.
Ella por su parte revisaba alternativas, cotizaba remedios caseros y profesionales para una muerte rápida y segura, sin dejar rastro. Cuando veía una buena alternativa, la indecisión, la humanidad y la religión le quitaban todas sus intenciones de cumplir con su promesa y se engañaba a ella misma con la falsa ilusión de una muerte mejor y mucho más barata.
Pensó incluso en un pequeño desliz en algún paseo por una vereda escarpada, dejarlo encerrado en la casa de madrugada con las llaves del gas abiertas, algún brebaje o químico barato, tal vez un somnífero, un pinchazo sidoso, tal vez no tenía que preocuparse, para como están las cosas, seguro un terremoto llegará en poco tiempo, derrumbaría el edifico y así de fácil, limpio y natural se quedaría con todo. De cierta forma la economía familia no estaba para invertir tanto dinero en una muerte rápida y sin dolor.
-María, ¿qué pasó? Ya va más de mes y medio y mira… Sigo aquí. De verdad no se qué te pasa, me estás fallando, o es que entendiste mal y en vez de matarme por amor y odio me dejas vivo por las mismas causas. Ya me estoy cansando, te doy una semana. Si al terminar la semana sigo vivo le pido a alguien más que haga el favor. Y te quedarás con las ganas de haber sido tú quien me contara los días.
-Está bien, sólo dame semana y media, es que metí el dinero a una tanda y ya casi me lo regresan.
-Muy bien, te doy dos semanas, pero de hoy en quince días, te juro que ya no me ves de pie.
Buscaron la mejor opción, cada quien por su parte. Él contactó a un amigo de hacía varios años al cual chantajeó y enredó para que lo matar a las dos semanas. Mientras ella confirmaba si las cotizaciones de muerte feliz y rápida seguían en pie.
Al final todo estuvo perfectamente controlado, el seguro ya era viable, el trámite del testamento ya estaba finalizado y todo a punto para terminar. Llegó la fecha a cumplirse en aquel contrato verbal. Según el acuerdo con el amigo, de no estar muerto en la noche de ese día, se vería al siguiente fin de semana y entonces entre los dos finalizarían con una afectuosa despedida, un par ce cervezas, dos bellas mujeres de la comunidad, un juego ajedrez y un muy amistoso tiro de gracia justo después del jaque mate.
El despertador no sonó, al parecer quien lo mataría sería su jefe por llegar tarde. Él se despertó salió corriendo de la casa, sólo tomó su café de diario, se subió al carro, y todo seguía con el aburrido y rutinario suspenso por saber el fin de su cuento de vida. Tomó la autopista como todos los días a las 6:30am para no pelear con el tráfico y a la mitad del trayecto los telones se cerraron y las luces se apagaron....
El cuento se quedó en puntos suspensivos, teniendo como música de fondo el crujir de la chatarra, al compás de las percusiones metálicas a través del desfiladero.
…poco después unas luces blancas y cegadoras apuntando a los ojos, tal cual describen la entrada al paraíso. Pero no, sólo se trataba de las lámparas del hospital, el olor extraño era el de los medicamentos y la tranquilidad del lugar sólo era efecto de los analgésicos que consumió para mitigar el dolor de los múltiples traumas. Y el hombre que estaba junto a él no era ningún dios, sólo era Manuel, esperando a que respondiera para ver que procedía.
-Manuel, creo que no vamos a jugar ajedrez este fin, ¿verdad? Ya será cuando salga de aquí, bueno eso si María no cumple con lo que dejó pendiente.
-Jajaja. ¡Claro! Mientras despreocúpate de eso, por el momento eso es cosa de ella. Y en parte de su amante. Deja que ellos se ocupen de eso. Bueno. Me voy, que Fanny quiere pasar a verte. Ella es la única persona que me preocupa, te quiere mucho y le va a doler mucho verte muerto, pero en fin. Tú así lo quieres y así se hará.
La niña entró al cuarto, paso a paso, delicada y temerosamente se asomaba con sus ojitos de espanto. Cuando por fin llegó al pie de la cama rompió en llanto.
-¡Papi! Qué bueno que no te pasó nada, el doctor me dijo que te vas a curar y que si soy valiente y no lloro mucho me vas a comprar un perrito. Pero estoy triste porque Manuel me dijo que lo que pasa es que tú te quieres morir.
Pero no le creo, porque tú me quieres y no me vas a dejar sola. Me dijo que te quieres ir de aquí porque estás cansado de todo y qué prefieres estar con los angelitos, y que desde allá me vas a cuidar a mí y a mi mamá. Aunque sé que tú ya no crees en todo. No importa que me compres mi perrito, si quieres guarda el dinero. La verdad es que yo quiero que tú te quedes aquí.
-Mira Fanny, te voy a hablar como gente grande. Yo no te puedo prometer nada y no te voy a decir nada, tú ya estás grande, tienes 9 años y aunque la gente todavía te considere una niña yo se que ya no lo eres, se que te das cuenta de todo, que sabes que tu mamá tiene otro novio y que ya no nos queremos como antes.
Quiero que entiendas como me siento y que si me llega a pasar algo, sea o no por mi deseo de morir no me odies por dejarte sola, no te voy a desamparar, tu mamá va a tener un dinero que te pertenece en caso de que muera. Lo vas a poder usar dentro de nueve años.
Quiero que te portes bien. Y si llego a salir de aquí cuenta con tu perro y todo eso. Aunque la verdad ya estoy cansado de esto.
Me siento más o menos como cuando estas todo el día en clase de matemáticas y no ves llegar el recreo. Para mí, esta vida es como tu clase de matemáticas y morirme como el recreo. Pero si me quedo en la clase de matemáticas voy a aprender más y disfrutaré más mi recreo. Si llega la hora de recreo antes por mí mejor. ¿Lo entiendes?
La niña con lágrimas colgando de los cachetes sólo miró un vaso de agua que había sobre el buró, tomó unos cuantos tragos, hasta terminárselo y salió. Una hora después llegó el doctor al cuarto y le informó que Fanny había muerto por envenenamiento.
<<María, te escribo porque no tengo ganas de verte, te pido perdón por hacer que estés en esta situación, se que fue mi culpa la muerte de Fanny, se que de no haber sido por mi tonto capricho de morir, por mis chantajes y cosas así no estaríamos así. Qué Fanny seguiría con nosotros y tú aun tendrías tus encuentros con Manuel.
Siendo sincero he de confesar que hoy tengo más miedo y ganas  de morir que nunca antes. Que sigo en este estado aletargado, que perdí mi alma y sobre todo que te sigo amando con ese odio picosito.
Ya no se que más escribir, sólo me queda prometerme que moriré un día de estos. Esperemos que sea pronto.
Con todo el Amor y rencor que aun te tengo… Alfredo>> 

domingo, 4 de abril de 2010

Traición propia.

Cansado del paisaje desértico, de caminar solo, arrastrando los pies, raspándolos entre las gravillas calientes, ramas secas y uno que otro insecto miró al cielo, tan opaco y quieto como el suelo rojizo que tenía debajo, y recordó que aun faltaba mucho más camino por andar, entrecerró el ojo derecho, se limpió la tierra de los labios y siguió. Tres horas y algunos momentos después el cansancio tomó posesión de su cuerpo y sólo le quedó como remedio tirarse en la sombra más cercana y dormir o dormitar cuando menos. Al abrir los ojos de nuevo, volvió a ver el cielo que ahora hacía combinación perfecta con el suelo y el cadáver casi putrefacto que yacía a si izquierda con el tiro de gracia y el vientre tasajeado.
Espantado y desesperado buscó su arma a su alrededor, entre sus pendas y sobre la roca balaceada. La tomó de la cacha firme y decididamente apuntando a todos lados, maldiciendo en medio de la nada. Soltó tres tiros, uno a cada lado y otro hacia atrás del camino. Y siguió andando con la misma dirección y rapidez, porque era el máximo que su cuerpo le permitía. Ahora fue la noche quien le impidió seguir su camino, pero él seguro de que alguien se seguía con algún propósito incierto se adentró en una pequeña caverna y dejó una trampa a la entrada de la cueva sólo para notar cuando ese alguien se acercara no más de lo que él calculaba prudente para poder reaccionar y defenderse en caso de ser necesario. Se recostó de nuevo para dormir, seguro al menos que esta noche notaría cuando alguien se acercara, fuera para bien o para mal. Al entrar la presencia destellante y sigilosa del sol por las hendiduras de sus párpados cubiertos de lagañas y arcilla notó sorprendido que la trampa estaba desarmada, que había algo de alimento a su lado, las brazas aun estaban calientes y habían usado su pistola para cazar el conejo que estaba a medio comer. Asustado salió de su refugio inútil y corrió con la pistola en una mano y su cuchillo en la otra, buscando al acompañante molesto e inoportuno que le asechaba. Pero igual que la vez pasada no logró más que un tremendo cansancio y tuvo que buscar algo de agua para calmar la sed. Una media hora adelante vio un pequeño poblado tímido al lado de un riachuelo.
Llegó a la primera casa del lugar y preguntó si alguien aparte de él había pasado por ahí. El anciano no le respondió, para contestar eso tenía que haber un pago previo. Él buscó entré sus cosas y le dio un viejo reloj de oro a cambio de la respuesta, algo de comida y hospedaje seguro. La respuesta fue un "no", de comida un par de tunas frescas, una pieza de carne de algún animal de la región y vaso de agua, para dormir estaba un cuarto vacío desde hacía ya varios años. Por la noche, ya harto de todas las molestias y de la incertidumbre se encerró en el cuarto donde pasaría la noche, vio de reojo el reloj que había pagado inútilmente por la respuesta y un par de monedas sobre una débil mesa de madera. Mientras se desvestía pensó en salir corriendo del lugar con el reloj y el dinero en la mano, algo fácil para un ladrón y asesino prófugo con su experiencia. Pero prefirió seguir disimulando bondad e inocencia para pasar una noche segura. Ya faltaba poco para llegar a su destino, era mejor dejar eso para luego y sólo asegurarse de ahora si matar al molesto acompañante, después se encargaría del anciano para recuperar sus cosa y un poco más. Porque ese era su negocio. Dejó su cuchillo en el marco de la puerta con la punta hacia abajo y la pistola apuntando a donde estaría el pecho de quien abriera la puerta, así serían dos ataques certeros y letales que matarían al primero que abriera la puerta. Se acostó en la cama y cerró los ojos aun con la idea de hurtar el reloj y las monedas.
Por la noche un estallido matizó el sonido de los grillos, el anciano asustado se despertó y se acercó con una vela insignificante que apenas dejaba ver entre las penumbras del peligro inminente de la noche. Caminó con  sigilo y precaución al cuarto de su huésped, parado justo en la puerta volteó su mirada a la mesa enclenque de madera donde había dejado sus cosas y esta estaba vacía, no estaba el reloj ni las monedas, sólo estaba recostado justo a sus pies el cadáver rojo del inquilino con un cuchillo clavado en la cabeza, un tiro en el pecho y las monedas en la mano.